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UNA ESTRELLA BAJO LA CUAL CANTAR

 



*Obra de Noelia Ceballos. @noe_ce_arte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Qué tal si tu tetera fuera

un mar,

tu taza un barco

y este poco de tiempo

que hemos atrapado

un pez

que en nuestras quietas aguas,

libre y olvidado,

nada.

 

*De Gerardo Lewin. gerardo.lewin@gmail.com

Ciudad de Buenos Aires

 

 

 

 

 

 

 

Descifrarte a sorbos entre lo invisible*

 

Tras tantas lunas y tantos soles,

ante el respiro de la bóveda celeste,

debo aceptar que te extraño

en este territorio de papel,

entre los pliegues de los viernes,

cuando los caminos llenos de agua

nos convertían en peces

y me enseñabas el color de tus escamas,

la ausencia de tus orejas, tus ojos sin párpados,

tu nuevo nombre de pez.

 

Yo seguía tus pasos entre las constelaciones:

los distinguía por ser los únicos que bailaban

con tu piel herborizante secretando tus lúnulas, te seguía

entre la voz descalza

que mecía los acertijos de las conchas en espiral.

 

He vuelto a buscarte en tu mismo lugar, a encontrar tu ausencia

estrella: tu vientre no pulsa más, este canto

desprendido de las flores ya no es para mí.

Estrella de axones líticos: pude cubrir

la totalidad de tu vida con mis manos… Si hubo un momento

para permanecer juntos, ha sido exiliado

al lugar donde anidan los vegetales eólicos, cazadores del sol

los que dicen parpadeando que también te extrañan,

que miran con sus tristes ojos cóncavos

el néctar azucarado del polvo.

 

Pero tu cielo no cambia, tus péndulos no giran,

los manantiales ungulados han huido

y la realidad natural, aborigen, es lo único que ocurre.

Desde entonces alimento a la estrella

con pedazos de mi cuerpo aún tibios

y exhalo el pútrido vaho que mi corazón bicéfalo

expulsa de sus fermentaciones…

 

No puedo estar en calma: he renunciado a ella.

 

*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Si quisiera escribirte te pondría quizá que hoy te extraño, que tengo ganas de verte llegar y que te quedes, que me adeudas gotas de tu perfume y que tengo el agua para el mate, que hoy fue un día diferente, que falta poco para mi cumpleaños, que hace frio aunque ya es noviembre y que los perros ladran a lo lejos... tal vez agregue que tus besos me faltaron hoy por la mañana, que no sabe igual el pollo frito si   hay un solo plato en la mesada... que los ojos me duelen todavía, que los huesos requieren de tus manos,   que se rayó el cd con esa melodía que sabes el efecto que causaba...  pero no, no quiero hacerlo, solo diré que raro que esta el clima. Ya ni la primavera es como antes...

 

*De Nora Ledesma.

-Facundo Quiroga (Buenos Aires)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pirenaica*

 

Traje mi fuego para arrebatarte;

vine desde el asfalto y el neón deslumbrante,

desde la confusión, la prisa, el ruido, el humo...

 

Traje mis ángeles urbanos a tu luz pirenaica;

desafié los hielos y las nieblas

con la soberbia propia del profano.

 

Transité tus senderos milenarios,

bebí el veneno dulce de tus fuentes,

contemplé tu silueta inamovible

y creí de ese modo hacerte mía.

 

La realidad, sin embargo, fue distinta:

Me transformó el silencio de tus cumbres.

Me conmovió la soledad de tus ibones.

Sentí el rocío de la madrugada

y el leve susurrar de la espesura.

Me acostumbré a escuchar de otra manera

y a convivir con los extraños seres

que pueblan las orillas del torrente.

 

Así fue sometida mi arrogancia.

Hoy vago entre tus abetos y sabinas,

vencido por tus armas invisibles,

sujeto al resplandor de tus laderas.

 

*Por Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

Zaragoza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EMBARCACIÓN VIKINGA*

 

 

Necesito un barco vikingo

para irme a otras tierras

lejos de aquí

lejos de esta cercanía con mi nombre

con mi rostro de mujer entrada en años

con mi caparazón de tortuga

de oso hormiguero

de caracol, lejos

en el extremo sitio de las lejanías

donde se juntan lo muy oscuro y el sol.

Necesito una bestia tallada en madera

enarbolada por un círculo hueco

replegado en sí mismo

hecha a la medida de todos los océanos,

esos espacios creados contra la desmemoria

tan abismalmente anchos

tan lisos

tan inabarcables.

Necesito mi embarcación

construida con las transparencias que surcan

las palabras que alguien inventó para mí

en las sombras. Vendrán los dioses

a susurrarme con su inconcebible voz

el camino de los vientos. No existe itinerario

que me lleve a lo más lejano

de lo más lejano

a la muy íntima proximidad del límite

a la extensión filosa

que ahonda la travesía en las aguas heladas.

Iré desnuda, cubierta con dos o tres palabras

pocas

escasas

suficientes

para sostenerme mientras atravieso

las anchas aguas heladas. Nadie

podrá encontrarme en aquel sitio

donde lo lejano de tan lejano

se desarrimó del mundo

y de sus marquesinas con colores

que causan daño a la mirada. La lejanía

se alimenta de mi viaje

en la antigua embarcación vikinga

en la que voy

sola

desnuda

trepada al sonido de mínimas palabras

que me distancian todavía más de esa lejanía

deshecha a cada rato como figuras

en un caleidoscopio.

El océano con sus aguas heladas

se explaya en la orilla del mundo

se despereza interminablemente

para diluirse entre los guijarros del lenguaje.

La amplitud que me rodea

es espejismo puro

es un desprenderse de las formas

solo hueco más hueco

más hueco creando mi travesía

bajo los párpados de un cielo

que calca lo que ve

lo que se muestra

sin tapujos

en su arcaico esplendor.

Estoy vacía y me pierdo en lo vacío,

las formas se olvidaron de su forma

como un niño apartado de su casa

que no conoce el camino de regreso,

un niño de ojos grandes y pantalones cortos.

Las distancias en el infinito océano

necesitan de mi miedo

así como yo necesito una embarcación

hecha en madera

para construir un camino

enseguida borroneado por el agua en su ir y venir. Avanzo

mientras el camino se diluye a mis espaldas

lo que no tiene forma se regocija

en su propia divagación.

Nadie me ve cuando mi barco abre un surco

sobre las heladas aguas

en las que la luz difumina su color azulado

nadie tampoco podrá verme después

aunque proliferen ojos y transparencias.

Mi miedo tiene el don de lo que carcome por dentro

y es el motor de este viaje

que no tuvo principio

ni nunca se terminará.

Sigo aferrada a mi embarcación vikinga

como si fuese un nombre que me fue dado al nacer

en este territorio con sus aguas heladas

y su mástil enarbolado por un círculo hueco.

 

*De Irma Verolín. irmaverolin@hotmail.com

Ciudad de Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La obstinada guerra del amor*

 

En aquella lejana noche del verano argentino Esteban le leyó a Kalman el título del reportaje a Hawking: "En el futuro habrá súper humanos genéticamente modificados".

Cenaron en la casa de Esteban y Gabriela. Kalman estaba por unos días en Buenos Aires para visitar a tía paterna que vivía en Llavallol. Los hijos de la pareja no estaban. Hablaron mucho sobre las consecuencias de las técnicas de modificación genética.

De esa noche Kalman se llevó una foto de la hostilidad que demostraba Gabriela hacia Esteban. Parecía que era algo naturalizado por ambos de tal manera que ella no sentía pudor ni inhibición alguna por actuar delante de un antiguo amigo común que los visitaba después de años desde California.

Esteban fingía ignorar el enojo de su mujer, hasta que -casi un susurro- para que no lo escuche dijo: "esta mujer es terrible".

Ya madrugada hubo un brindis con sidra helada en el jardín. La noche estaba bien abierta al universo visible de pequeñas luces brillantes que titilaban.

Hubo otras quejas de Gabriela porque su marido se dedicaba a sus cosas en vez de hacer lo necesario para la casa como por ejemplo cuidar el jardín.

Kalman intento descomprimir con una ironía:

-Te casaste con un filósofo no con un jardinero...

Pero no resultó.

- ¡De que filosofo me hablas... es un vivo!!!! –Respondió Gabriela con tono indignado.

Pasaron años. Esteban ha muerto. Gabriela es viuda.

Kalman llegó con lo justo desde el aeropuerto al cementerio para ver como ingresaba el ataúd a la fosa.

De un modo doloroso -y seguramente equívoco- pensó que las placas que se pisaban por doquier deberían tener alguna dedicatoria.

Él, que solo tuvo fotos aisladas separadas en años. Que no vio esa película interna en la que cada pareja es un mundo.

Se dijo: habría que grabar en el granito "A otra víctima en la obstinada guerra del amor"

 

*De Eduardo Francisco Coiro.

Témperley.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La cafetera italiana*

 

 

Mientras preparo el café

salen del vapor los abuelos

bajando por la escalera del Cittá di Roma

a principios del siglo XX, al puerto de una ciudad

que imaginan maravillosa.

 

Los que bajan son dos adolescentes y sus sueños

Como mamuskas, tienen dentro suyo otros tantos

Todos contenidos por el gran sueño

El sueño de amor.

 

Sentados a la mesa de la cocina

María Grazia junto a Romano

me dictan un poema

que desaparece al mismo tiempo

que el vapor de la cafetera.

 

*De Andrés Bohoslavsky. vladimirbeat@yahoo.com.ar

Ciudad de Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desamantes*

 

Un cortado… Mientras lo espero me distraigo observándolos.

Ella, la mirada triste. Él… la retrata en silencio, guarda esa imagen.

Ella le punza el alma con ojos pausados.

¿Se están despidiendo?

Nadie en el bar percibe el nudo en la garganta, el temblor de la voz.

Los mozos siguen su marcha de bandejas apuradas.

¿Se están desamando?

Están solos con su historia. La vida sigue como si nada.

Llega mi cortado. ¿Azúcar o edulcorante? Le pago ahora para que no me vuelva a interrumpir.

Los busco, retomo la historia.

La mesa vacía.

Ya se despidieron.

Ya se desamaron.

Otro cortado…

 

*de Vanesa Silvina García.

Lomas de Zamora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ENCUENTROS EN LA TERMINAL*

 

Un poema dedicado

Lo nuestro, que fue y es del viento

y que algunas veces parece palpitar,

es el recuerdo hondo y bullente que quedó,

con sus horas entrañables, tus llegadas y partidas,

que nos llaman de tanto en tanto a celebrar

(o a recorrer al paso de los tiempos),

con sus ecos y aires que reviven sus colores.

 

*De Eduardo Dalter.

Ciudad de Buenos Aires

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TRACTATUS DE LA BREVEDAD MORBIDA*

 

 

CAPUT PRIMUM

 

La brevóloga mórbida tiene razones (minúsculas, claro) para estar en desacuerdo con el mundo y sus treces. Si yo le doy lugar en mi pensamiento es porque además de mórbida, es breve, o sea, su vanidad dura poco: no viene atestada de grandezas. Ella apenas comunica las astillas de sus verdades y no considera que su lucubración sea siquiera superior el dedo meñique de Bachelard y su episteme. Por eso me permito repetir algunas de sus relampagueantes conclusiones a saber:

"Tan pronto como hablamos de alma le damos a ésta una entidad glorificada. En cambio, si hablamos de cuerpo a éste le reconocemos una existencia de escasa reputación y honradez. Pero, ¿acaso no es ella la infectada, la traicionera, la oscura"

 

 

CAPUT SECUNDUM

 

Queda claro que la brevóloga no es una reconocida profesora de física y matemática en la Universidad de Gotinga ni en ninguna otra. Además nunca será leída por Goethe, ni por Tolstoi, ni por Kierkegaard ni por Cortázar, pero acaso, precisamente por la escasez de pretensiones, resulta tan llamativa su lucidez de dos palabras elevadas a la enésima potencia del imposible:

"El inventario, en términos de recuerdo amoroso, resulta de la búsqueda de la esencia. ¿Por qué, si una va con su sexo a todos lados, con alguien puede ocurrir todo aquello que con otro no ocurre? De este acontecer una puede distinguir en todos lados el ser del ente. Y esto comprueba el carácter metafísico del inventario".

 

 

CAPUT TERTIUM

 

Sólo por intriga, o tal vez curiosidad, o mínimamente por misericordia, cedo espacio en esta página, siempre honrada por autores que la colman generosamente de palabras, a la modesta hazaña de la brevóloga mórbida, empeñada en economizar lenguaje para expandir significados. Entiendo que, por su empecinamiento, está a un paso de soledad absoluta, muy lejos del oído masón de la cofradía literaria: "La gente que anda por el mundo como cigarro erguido y no comprende el amor por los relámpagos, se niega a penetrar el silencio y a leer con más cuidado".

 

 

CAPUT QUARTUM

 

Como si no fuera suficiente el propósito de enfrentarse contra el género dominante, al negarse a escribir todo aquello que no hace falta sea escrito, a la brevóloga hay que reconocerle también el bizqueo con el que nos propone mirar lo que el mundo pretende como establecido y derecho: "El entorno visible detesta los procesos invisibles. El entorno comprobable rechaza los estados ilusorios. Los destiladores sólo confían en lo que ven con los ojos y se creen dueños de lo que atan de pies y manos".

 

 

CAPUT QUINTUM

 

A esta suma de obstinaciones agreguemos también el ejercicio empedernido de la poética del reverso: "Cuentan las aves dignas de volar que si no levantaran los ojos creerían que ellas son el punto más alto, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de los pájaros".

 

 

CAPUT SEXTUM

 

Si una quisiera conseguir para la brevóloga, algún tipo de perdón, no digamos ya, un reconocimiento, podríamos focalizar en sus esmeros por hacer alto lo bajo y por reconocer lo puro de lo impuro: "Con la esperanza encima del corazón, cada mañana, cuando te veo despertar, doy gracias al cielo por el llamador de ángeles que se balancea entre tus piernas".

 

CONCLUSION

 

Para concluir, digamos que las brevologías de la mórbida son a la densidad novelesca, como un David desamparado de toda profecía a un Goliat con manager literario. De ahí que su mérito consista en la insistencia por transitar la literatura por el costado prohibido, como un arcángel desmelenado que cuestionara los negocios de su propio Dios: "Yo, desterrada de todo orden y verdad, siempre caída hacia la noche, cansada del día, con mi suavidad de lobo, con el trazo precipitado de palabras, declaro que no he tendido en mi cuerda los calzones divinos de Dios".

Queda claro que la brevóloga sostiene su absurda causa, apoyada en una lucidez anárquica e hiriente, que prefiere la orfandad a la sumisión.

 

*por Miriam Cairo.

San Nicolás de los Arroyos.

*FUENTE: Contratapa Rosario 12. sábado 17 de abril 2010

 

 

 

 


 

 

 

VIAJE POR EL ESPACIO*

 

 No sé si a ustedes les ha pasado lo que a mí, que he salido a buscarme y en medio de la odisea cósmica me he tropezado con otros asteroides. Y me he puesto a conversar con uno de ellos hasta llegar a identificarnos uno con el otro, diciendo cuánto nos amamos, que no podemos vivir sin estar juntos. Pero luego de un tiempo ambos nos convertimos en la personificación del rechazo. Sentimos que nuestro recorrido se bifurca. Que la Vía Láctea resulta ya muy pequeña para el ego de dos asteroides. Por tanto, en algún rincón distante del universo existe ése otro asteroide, que quizás, dubitativo, estará pensando en hacer lo mismo.

 

*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es

Columbus. Ohio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DEJÁ VU*

 

Las mismas copas de vino

Dibujan nuestros rostros en el cristal.

La misma melodía

Viene del fondo

Colmando el vacío que deja el silencio.

 

Las mismas velas

Encubren la tristeza,

Dibujando siluetas en el crepúsculo.

Las mismas promesas,

Los mismos besos,

Las miradas que se cruzan,

Las frases que no se dicen

Y viven a la sombra de la espera...

 

Todo me suena extrañamente familiar.

¿Hemos vivido este momento?

¿Volveremos a vivirlo?

 

Sólo quiero saber

Si al final,

De nuevo,

Partirás.

 

*De Marié Rojas Tamayo.

La Habana. Cuba

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA MIRADA*

 

He observado los bosques para ver únicamente los árboles de corteza caduca y hojas desnaturalizadas por las babosas. He visto los hongos comiéndose la oscuridad de la tierra, pájaros parasitados y animales moribundos en la maleza. He visto tormentas destructivas en la espesura, y no me es ajena la cicatriz del rayo en los troncos torturados. No me es ajeno el dolor de los bosques, no comprendo cuando dices "mira" y sonríes a tal espectáculo de muerte y sufrimiento. No me es ajeno el espanto de la espesura.

Me muestras los mares, y las olas de sucia espuma rompen en playas formadas por millones de cadáveres calcáreos. Cómo mirar el mar, me pregunto, cómo admirarlo. Cómo evitar en él el naufragio, el llanto de las viudas, la extinción de los roncos mugidos de los cetáceos. No me son ajenos, te digo, los espantos oceánicos.

Diriges mi vista hacia las humanas multitudes. Señalas un niño, veo en él presentes y futuras crueldades, veo la lenta degradación de los órganos, el velo enquistado de los saberes falsos, de la dureza que hará de él soldado de inquisiciones, verdugo y juez de sus semejantes.

Alumbras para mí a un par de enamorados. Se devorarán, te digo, no hay forma alguna de que no acaben tironeando de sus propios despojos. Acabará la caricia en garra, el beso en colmillo, la ternura en cuchilla afilada. No me es ajeno, tampoco, el amor. Que ya lo he visto. No me es ajeno el amor, y no conozco donativo más oneroso.

Meneas la cabeza tristemente. Me dices que tu paisaje es bello, que hay ternura en tu universo, que las sombras están, pero debajo de los claros objetos.

 

Dichosa de ti, dichosos los dichosos. Cíclope soy. Esto veo.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

San José del Rincón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TIERRA DE PENUMBRAS *

 

Vestidos de penumbras regresan los espejos.

Van, vienen. Punzan. Se alejan. Huyen.

-La vida hay que vivirla. Bien o mal. Como salga-

Bastaría el hueco de tu mano para no llorar silencios.

Y ese mapa cansado en tus amadas sienes…

¡Si volvieras a sostener mi fiebre con tu frente!

Besar tu pulso. Quiero. Latiendo. Quiero.

Había allí una niña… ¿recuerdas?

Tus manos de golondrina levemente tibias.

Todo lo que tengo cabe en este vaso.

Y tu voz…ah, tu voz que oír no puedo.

Agudizo la noche y escucho los hijos derramados.

Y sin embargo. Volvés. Obstinado. Tenaz.

Sin piedad por nuestras bestias. Tan amadas.

El viento solo me trae su rumor salado.

Vestidos de penumbras regresan los espejos. Ay.

 

*De Amelia Arellano.

San Luis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

Nosotros, que encontramos la medida sagrada de los cuerpos, descubrimos que una palabra en el lugar correcto, alcanza una visión tan poderosa, que es capaz de encender una estrella bajo la cual cantar.

 

*De Valeria Pariso.

Muñiz.

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

SAN SEBASTIÁN*

 

Allá en el fondo Donosti. Allá en el fondo la Donosti que no debe ser invocada porque una vez que se la invoca aparece, y cuando aparece ya se sabe, es tirar de la soguita y no hay caso, el hilito de memoria viene con todo lo que está comprimido y de pronto se despliega y todo está intacto y vívido. Es Donosti y son los abuelos, y el monte y los caseríos, y la niñez con árboles de manzana y las cinco hermanas que cuatro se fueron de monjas y una no, y es el colegio y la monja Imelda puro rencor reconcentrado pobre vieja que ya habrá muerto. Es la Donosti que vocea como en sueños a esta estación que se llama San Sebastián, extemporánea y tan ajena en la pampa sudamericana.

Ya al ver en el recorrido el nombre de la estación San Sebastián, se le recortó en rojo y se dijo que no, que esta es otra San Sebastián tan lejos tan inconmensurablemente lejos de la baska Donosti de edificios delicados y puentes ornamentados. Sabe, ella, que esta San Sebastián argentina no es ni puede parecerse a la Donosti euskera, y sabe por haberlo sufrido que los viajes deben ser hacia adelante, porque el que mira hacia atrás se transforma en sal, en estatua, en lágrima y dolor visceral.

Pero este tren va a hacer parada en San Sebastián, y el no pensar es difícil y el no sentir es imposible. Detrás de las ventanillas se suceden los campos llanos y el pasto mientras se superpone una capa delgada de helechos, de coníferas, de ovejitas blancas con cencerro. Será una niebla quizás la que nubla la vista y hace aparecer montes redondeados, casas blancas con tejados rojos, olor a mar allá donde los barcos se enfrentan con sus hombres al Cantábrico.

Euskadi que ya no es, Euskadi de la niñez que tan ligada está a la muerte, como eso de que la meta y la largada suelen converger en las pistas circulares.

Miedo, ahora. Miedo del tren que es como la luna y las monedas, como la lluvia y la tristeza, imágenes que devienen en metáforas tan exactas que se confunden. El tren y el viaje hacia la muerte, fin de viaje, la vida que traqueteando se precipita en la nada final. Y ahora que el tren llegará a San Sebastián se cierra el círculo sobre la infancia. Miedo. Miedo a desear que de una vez acaben los trabajos y las agitaciones, se pare el péndulo y la San Sebastián ésta sea la Donosti aquella. Miedo a querer estar en la muerte mientras el tren se precipita sobre los rieles negros.

Vuelven los parques y las estatuas, vuelve la nieve derritiéndose en las botas y vuelven los temporales y las galernas que devoraban barcos allá donde el mar es océano poderoso. Vuelven aquellos trenes que, se lo debe decir a sí misma, no son éste tren.

Anochece.

Ya casi llega. Las penumbras permiten que el paisaje se levante como un libro troquelado, abetos y robles suplantan los eucaliptus, iglesias de piedra, ríos estrechos con puentes de pretiles gastados y sombras de peregrinos con sus maquillas, esos báculos de andar por el monte. Ya ni hace falta mirar por la ventanilla, si todo está más adentro de la superficie de los ojos, si ya es todo una yuxtaposición de bailes con vestido blanco y cintas verdes y rojas, el gato Holofernes cayendo de la terraza, los jacintos en las macetas, y el desgarro del puerto desapareciendo en el horizonte, tan pequeño, tan pequeño, en la nefasta jornada de la partida.

Ya no hay planos, todo está allí comprimido y necesario, compacto. Un todo en el que la violencia de la partida, el amor de los abuelos, el olor a los lápices de madera, la voz de la radio BBC durante la segunda guerra, las amigas y, también, todo lo malo, son una madeja indistinguible que le está haciendo estallar el pecho.

No le importa morir aquí, hoy, esta noche. En este momento se ha alineado la vía hacia Donosti, y con lágrimas advierte que el tren se detiene.

Baja del vagón sin sentir el suelo bajo los pies. Sabe que la recibirá el mar y el monte, que la querida silueta del abuelo la esperará en el andén. Con ojos fijos mira su propia muerte.

El hijo y el nieto la esperan. Desciende la abuela con un rostro extraño, casi como si no hubiese nadie detrás de esa máscara rígida para responder a la llamada. La llaman. Al hijo le ha temblado un poco la voz.

La abuela vacila levemente, advierte al nieto, ve al hijo ya canoso. Retorna, sonríe, vuelve a entrar en sí. Sale de Donosti, camina hacia ellos por San Sebastián. Ha de vivir un poco más.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

San José del Rincón

 

 

 

-Próxima estación:

 

ESTACIÓN GOYENECHE.   

 

-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:

 

GOBERNADOR UDAONDO. 

 

LOMA VERDE.  

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

APEADERO DOYHENARD.  

 

ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. 

 

APEADERO DALMIRO SAENZ.   

 

APEADERO INGENIERO RODOLFO MORENO.   

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  

 

APEADERO LISANDRO OLMOS.

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

 

LA PLATA.

 

 

 

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