*Obra de Arturo G. Domínguez.
Estación
Marinos del Crucero Gral. Belgrano*
*Por Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Ahora viajando en el tren por supuesto pensó en las partidas, por
supuesto observó con sus ojos húmedos de vieja los árboles que corren hacia
atrás y se pierden definitivamente, por supuesto siguió por unos segundos la
loca carrera de una casita en medio de la nada que desapareció para siempre en
el paisaje, y, por supuesto, pensó en la muerte. Siendo la próxima parada la de
los chicos del crucero, era algo insoslayable recordar a Mariano, y verlo en
una fotografía de colores, sonriendo, con ese descuido característico, tan de
Mariano, tan adolescente, fijado en esos dieciocho años eternos.
Ayer le pasó una cosa curiosa. El marido estaba arriba, la miró con la
cara pálida y le dijo que se sentía mal. Ella le ofreció hacerle un té, fue a
la cocina, calentó el agua, buscó un saquito, el frasquito de edulcorante por
el tema de la glucosa, unas galletitas de agua por si acaso, puso todo en la
bandeja y subió por la escalera con la imagen del marido muerto esperándola en
la cama, recostada la cabeza sobre la almohada, la mano semiabierta sobre el
acolchado. Mientras ascendía haciendo equilibrio con la bandeja, pensó que la
casa le quedaría muy grande, que mejor era venderla y comprar un departamento
en el edificio donde vive Martita. Difusamente veía las cajas de mudanza, los
papeles de diario para envolver tazas y vasos.
El marido estaba con un malestar de estómago, pero mirando el partido y
bastante vivo a simple vista. A ella le dio risa, pero a la vez se sorprendió
de sus pensamientos, porque a su esposo lo quiere, se llevan bien y se
acompañan como lo hicieron toda la vida, como cuando recibieron aquella
terrible noticia del hundimiento del crucero.
Por qué no se desesperó o asustó ayer cuando presentía que el marido
estaría muerto en el dormitorio.
La mujer tiene la edad de quien se hizo cargo de las tragedias y la
rotura de vajillas. Sabe que le toca ordenar su pequeño mundo, porque nadie va
a lavar las sábanas de sus muertos ni va a vaciar el ropero de los difuntos. Ha
preparado el caldo para los enfermos, ha velado sueños, ha enterrado a su
propio hijo. La mujer sabe que mientras viva le toca llevar el peso de acomodar
los documentos, disponer el lugar de las macetas en el patio y llorar en los
entretiempos.
El tren va hacia la estación que se llama “Marinos del Crucero General
Belgrano”. Y qué tendrá que ver eso con Mariano, qué relación puede haber con
el chico que coleccionaba monedas en una caja de galletitas. Pero sin embargo.
Ayer cuando subía las escaleras pensaba en ordenar su vida después de
una muerte. Es lo que viene haciendo desde el dos de mayo de mil novecientos
ochenta y dos, se dice mientras desciende en el andén.
ÉXODO I *
En mi casa pueblo han hecho nido los
adioses,
Aleteos de pájaros sombríos
desdibujan al sol en una aureola gris.
Se han marchado todos. Los hombres, los
pájaros, el río.
Los árboles en desdichada sed, con su alma
de niño,
sin preguntas, los siguen.
En mi casa pueblo anidan en escombros
herencias del ayer.
Algunas flores quedan sobre las tumbas
quietas
Abonadas por el polvo de los que no se van
porque se fueron.
En mi casa pueblo ya no queda nadie.
Solo las calles, largas avenidas de
lamentos.
Allá, a lo lejos, donde acaban los sueños,
El viento, piadoso, desliza sobre el pueblo
la señal de la cruz.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@gmail.com
Superficie ante
la ausencia*
No fueron muchos los que aquel desapacible
día tan gris y ventoso llegaron a la estación Marinos del Crucero
General Belgrano. La pérdida los reunió en segunda familia. Cómo a pueblo que
ha sido a la vez disperso y reunido por un estallido de dolor.
Buscan hacer superficie ante la profundidad
de la ausencia.
Están los que traen fotos o leen una última
carta. Los que quieren un abrazo sin poder hablar y han secado sus lágrimas.
Entonces aquel hombre llegado desde su memoria en Henderson lee su escrito:
“La imagen de la
placita frente a la estación Henderson. Él, un niño aprendiendo a andar en
bicicleta, Reynaldo su hermano mayor corriendo a la par de su bicicleta para
prevenir que no perdiera el equilibrio. Cada tanto veían llegar al tren.
Fue en 1977 el último
tren. En septiembre porque fue días antes de su cumpleaños. Se ve corriendo al
costado del último tren que se va a Buenos Aires.
La gente que agita las
manos por la ventanilla, sopla besos.
Se cerraba el tren. Se
llevaron hasta los rieles. Había sido testigo en una tarde a la salida de la
escuela del paso de esa máquina levanta vías que a su paso solo dejaba marcas
de ausencia en el terraplén.
Tarde o temprano hay
mucho pasado en la vida de cualquier persona.
De la universidad
quedó aquella enseñanza que decía "la vida de las personas transcurre
entre lo imprevisible y lo irreversible".
La ciudad de Henderson
que se llama así por Frank Henderson, el ciudadano inglés que desde su cargo en
el Ferrocarril Sud completó las obras para que el Midland llegara a Carhué.
Frank Henderson que
además jugaba al golf, al ajedrez y hasta tuvo tiempo en la vida para la
fundación del club de golf en Mar Del Plata -El mismo que conocimos en aquellas
vacaciones de familia del 79-.
Después ocurrió lo
irreversible, aunque aún le cueste aceptarlo. Reynaldo fue sorteado para hacer
el servicio militar en la Armada. Reynaldo destinado arriba del Phoenix CL 46.
El hombre se niega a
llamarlo por su último nombre a ese barco de guerra. ¿Por qué no lo hundieron
en Pearl Harbor? Todo hubiera sido distinto, se ilusiona en vano, jamás hubiera
llegado a ser el Crucero.
En algún limbo Frank
Henderson golpea con su palo de golf una y otra vez. Como azar, son
un misil buscando blanco.
Reynaldo sigue allí.
En el barco, presintiendo o no lo que vendrá y sin poder cambiar el curso de
las cosas.
El hombre preferiría
que nada de eso hubiera ocurrido. Que la estación siga siendo estación de
trenes. Que sus padres no hubieran muerto de tristeza años antes de una
imparable vejez. Que a nadie se le hubiera ocurrido poner en la estación -ya
sin vías- una terminal de ómnibus. Tampoco que a esa terminal la bautizaran con
nombre de su hermano, un héroe del pueblo hundido en el Crucero General
Belgrano.”
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar/
ÉXODO II *
Guarda esa congoja,
amor. La rosa está de luto.
Ellos se han ido.
Quedan sus nombres y
un territorio ausente.
No hay nada.
Ni siquiera el miedo
en la pupila muerta de la tarde
No hay ancestros ni
dioses,
solo adioses.
Está el sol, siempre
el mismo, pero otro sol.
Es tibia caricia que
desgrana el alba,
pero también castigo
que deshace la luna y la memoria.
Está el viento, otro viento,
el mismo viento
Pero la brújula del
tiempo ha enloquecido
y rota, gira, en un
círculo sin edad,
y sopla el viento,
piadosamente sopla.
Es en vano.
Para que las sendas
caminen deben saber al menos
adónde van los pies.
Guarda esa congoja
amor. Ellos ya no están.
Tampoco yo.
*De Amelia
Arellano. amelia.arellano01@gmail.com
Y SIN EMBARGO…*
Campanillas violeta,
ínfimos adornos,
enredaderas de ferrocarril.
Sobre las pilas de escombros,
entre las vías abandonadas,
tapando techos agujereados,
entre los hinchados cadáveres
de perros envenenados.
En la miseria última y final.
Sobre chapas, hierros y
pobreza desvencijada,
debajo de carrocerías deshechas,
se abre la flor inesperada,
maravillosa,
de la alegría.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
Próxima estación por
antiguo ferrocarril Midland:
LIBERTAD.
-Final del recorrido
literario por el Ferrocarril Midland-
En Libertad,
la antigua sede de los talleres ferroviarios estará terminada la aventura
literaria del antiguo Midland. Desde Marinos –una estación relativamente joven-
hay un tren real –el Belgrano Sur- que puede recorrerse hasta Aldo Bonzi en el
tramo original del Midland para continuar por las vías que fueron alguna vez
del Compañía General Buenos Aires hasta la estación Sáenz.
Queda renovada la invitación a participar
en las últimas estaciones del Midland. Que la utopía del tren literario no se
detenga y haya fuerza demencial literaria para seguir adelante con el extenso recorrido
del Provincial. El cierre del Midland se acompañará en sucesivas ediciones con
escritos de los amigos que han participado en esta hermosa aventura.
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