El hombre lee a Conrad. Así, tal cual me siento yo. -se dice. Con su vida bien adentro de "El corazón de las tinieblas". En algún punto todo le resulta ajeno y hasta horroroso. Un exiliado de su propia vida. Alguien que se pregunta donde estuvo y donde esta la vida verdadera. En una espesa bruma, y no importa demasiado si es un río que se interna en las venas abiertas del África. O es un barrio de Temperley. Es el exilio. La sensación de desterrado. Y todo mientras el hombre, abrumado en sus propias imágenes no puede avanzar de la página 79. Pero ocurre un pequeño milagro para sacarlo de la lectura y -un rato- de oscuros pensamientos a tono con el relato donde la soledad existencial es un "no lugar" permanente más allá de tiempos, geografías y tecnologías. Llega su hija con una insinuante sonrisa: ¿Cual es el último animal del mundo? No se, -dice el hombre sin demasiada imaginación. -El delfín... -dice y se ríe con ganas y lo contagia al hombre que se ríe y se perm...