Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2013

A LA HORA DEL MATE

El era uno de los tomadores de mate que aparecían cualquier día a la hora señalada: 17. 00 horas, ni antes al costo de interrumpir la siesta sagrada de mis suegros. ni mucho después cuando los ánimos como el mate se lavaban inevitablemente. Era el flaco Corwin, como todos le llamaban. Un vecino del barrio cuya amistad con Don Fernando se limitaba a una hora de visita en la hora del mate. Era un misterio el hombre. Un hombre tempranamente envejecido que no llegaba a los 70 años pero si los aparentaba. Flaco, flaquísimo, la espalda encorvada. La mirada algo torcida con ojos claros muy hundidos en el rostro. lo cierto es que el flaco estaba absolutamente solo en el mundo, sin familia, ni mujer ni nadie que se ocupe ni le de sentido a su existencia. Entonces el flaco aplicaba -según sus propias palabras- la política de parches a la soledad, que significaba que en diferentes casas del barrio lo bancaran un rato en la semana. El flaco se reía como un niño al recordar los

LA MURRA

Volvíamos con mi padre en tren desde Quequén. Mi viejo trataba de enseñarme como se jugaba a la murra. Era algo así como piedra , papel y tijera pero distinto, cada jugador debía mostrar un número con sus dedos de la mano derecha arrojados al aire como dados y adivinar la suma total. El vagón estaba a oscuras, las manos de mi padre se iluminaban con la luz de luna que entraba a ráfagas desde la ventanilla. Desde el otro lado de la fila de asientos una mujer se emocionó: comenzó a contar como se jugaba a la murra en el bar de su padre. Hablaban a medias en italiano, a veces mezclaban palabras en la castilla. Hamacado por el movimiento del tren yo entraba y salía del sueño, me esforzaba por seguir la conversación sobre un mundo lejano que solo ellos habían conocido….

"Nos debíamos una alegría"

Tanto pensar “cómo quisiera que mi viejo estuviera aquí, aunque sea por unas horas”, que ese día mi Padre llegó. En el día de su cumpleaños número 90 lo vi doblar desde la esquina con su bastón artesanal. Estaba bajando las nueces más altas con un largo palo armado para la ocasión, cosechar las últimas nueces del año en el día del cumpleaños de mi padre es una ceremonia que a veces compartimos con mis hijos. Esta vez, la llegada de mi padre me sorprendió solo en la puerta de casa. Nos dimos el doble beso de mejilla a la usanza italiana. Mezclamos lágrimas y risas.   “Nos debíamos una alegría” me dijo.   No quise preguntarle donde había estado estos años.   -El pasado murió, pensé.   -Ahora estoy aquí. Mañana veremos… dijo mi padre que parecía leer mis pensamientos.   -No hacen falta explicaciones, -dije mientras lo abrazaba- pasa que te cuento de los nietos…

FRAGMENTOS

Pascual* Silvano D'Orba. El tío abuelo Pascual, se siente muy viejo y sin descendencia decide dejar instrucciones para el después de su muerte. Piensa en su hermana mayor ya fallecida, la sobreviven dos hijos y dos nietos, En su hermano menor, Juan, tres hijos profesionales, nietos y bisnietos. Pascual ordena en su testamento que mientras esa casa exista este disponible una habitación lista para recibir a los descendientes de sus hermanos que lleguen desde la Argentina. El los espera, ahora o en un futuro indefinido, confía, quiere que ninguna puerta se cierre después de su partida. Lobos* Me acuerdo de la historia que contaba mi padre más de una vez: la historia del soldado que retornando al pueblo pasó por el bosque de los lobos. Descendía de la montaña después de salir de Padula, la noche lo sorprendió y decidió quedarse en la oscuridad del bosque. Sentado, fumando quizás, mientras veía consumirse las llamas de una pequeña fogata. Había