Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2018

LA VACA Y EL TÍO

Eran los años 40. La fecha justa es imposible de reconstruir. El tío abuelo Juan   trabajaba en La Vascongada visitando tambos por la zona de los partidos de Chivilcoy y Suipacha que enviaban leche para la usina láctea. No era vasco sino italiano, pero usó boina vasca en la inmensa pequeñez de cada recuerdo. El tío abuelo -al que su mujer llamaba "Joani" con una dulzura inigualable en su voz- era un hombre de más de 30 años. Un tipo honesto para el cual la palabra valía más que cualquier papel firmado. Entre sus tamberos amigos estaba Aitor. El vasco Aitor quería que el tío dejara de ser un empleado o que además fuese tambero. En una de esas visitas donde el tío abuelo verificaba condiciones observables del tambo. Aitor que ya era un amigo entrañable consiguió que Juan aceptara un regalo que le presento de un modo inolvidable: -Se llama Aurora. Es una maravilla que puede darte mucha felicidad. La vaca era una de las mejores que tenía en su pla

Piropo con rima

Salimos de la iglesia un sábado a la tarde. Como en los últimos meses de su vida el tío venía caminando sosteniéndose con su mano izquierda en mi antebrazo derecho casi llegando a la muñeca, todavía me parece sentir la fuerza con la que su mano se aferraba. Al llegar a la parada del colectivo que lo llevaba a su casa el tío vio pasar en bicicleta a la mujer con calzas. Ahí nomás soltó su piropo con rima: "Como quisiera ser asiento para llevar ese flor de pensamiento". Nos reímos un poco. Pero mi risa no era cierta, sentía una amargura de despedida en cada paso que dábamos. No podía reconocer la épica de un viejo de casi 90 años por mantener su picardía intacta. Luego llegó el colectivo, lo sostuve con una mano en su espalda para que superara los dos primeros escalones. Pude ver cuando se sentó en el primer asiento y saludo desde la ventanilla levantando el bastón mientras el colectivo se ponía en marcha.