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Mostrando entradas de mayo, 2010

DERECHO

Sucedió hace un tiempo. Hacia un calor demencial y había corte de luz. Yo estaba de visita en el departamento donde viven mis hijos con su madre. Un vecino abrió entonces la ventana y comenzó a gritar con toda su voz: -Hijos de putaaaa... el aire acondicionado es un derecho humanooo¡¡¡ Pensé entonces por que derecho abriría la ventana, sacaría medio cuerpo afuera -como aquel vecino del edificio- y gritaría como un loco, hasta que llamarán a la policía o a los bomberos. Pensé en uno. Sin desmerecer otros, socialmente más trascendentes. Y dotarlo de sonrisas. Homenajearlo con besos soplados al viento. Y vivirlo como me sea dado vivirlo. Sonrojando mi rostro, traspirando las manos, teniendo palpitaciones. Emocionándome hasta el último poro. Decidí que si voy a gritar con desesperación será por mi derecho humano a tener "un amor imposible"

EL INVENTOR

Esto tenía que ser el resultado de la lluvia y de mi trabajo itinerante por zonas del Gran Buenos aires. Sólo la casualidad que me hizo elegir el bar de la esquina, el más viejo y de aspecto ruinoso entre los que había a la vista al momento del chaparrón. A decir verdad, no fue tan casual, me encantan los bares viejos con esos fantasmas que uno puede ver haciendo siluetas en el humo de esos cigarrillos que se dejan quemar sin la insistencia de una pitada tras otra. Busqué una mesa con ventana para ver a la gente que pasa bajo la lluvia. Pedí un cortado y un sanguche a un mozo que podría ser el fundador del bar, pero no, ese hombre viejo no podía tener más de 100 años. La lluvia golpeando con furia el vidrio. Hilitos de agua inundaban el piso, enseguida vi mis zapatillas gastadas chapoteando en agua. Me levanté entonces resignando la ventana y busqué una mesa del lado de la pared ciega. Y allí, justo arriba de esa mesa doble, solo equipada de un cenicero de lata con la marca "Cinza