Tanto pensar “cómo quisiera que mi viejo estuviera aquí, aunque sea
por unas horas”, que ese día mi Padre llegó.
En el día de su cumpleaños número 90 lo vi doblar desde la esquina
con su bastón artesanal.
Estaba bajando las nueces más altas con un largo palo armado para
la ocasión, cosechar las últimas nueces del año en el día del cumpleaños de mi
padre es una ceremonia que a veces compartimos con mis hijos.
Esta vez, la llegada de mi padre me sorprendió solo en la puerta de
casa.
Nos dimos el doble beso de mejilla a la usanza italiana. Mezclamos
lágrimas y risas.
“Nos debíamos una alegría” me dijo.
No quise preguntarle donde había estado estos años.
-El pasado murió, pensé.
-Ahora estoy aquí. Mañana veremos… dijo mi padre que parecía leer
mis pensamientos.
-No hacen falta explicaciones, -dije mientras lo abrazaba- pasa que
te cuento de los nietos…
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