ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
Entre cenizas del aire*
Heredo de mi padre ojos entre cielo y mar nublado, como los suyos entrenados para mirar más allá en detalles de naturaleza y lejanía. También de él aprendí la capacidad irreversible de amar a distancia. Un amor humilde guardado en cofres de silencio. Amor postergado de piel y abrazo.
Amor para siempre sostenido en imágenes sin tempo ni baciare. En un día del pasado breve, en un cumpleaños de abril, él me dijo que veía a su finada madre tal cual, viva y bella, como si todavía estuviera en Paterno, como la última vez en ese puerto, antes de salir y no volver. Ahí estaba su arcón de memoria, y entendí que vivía para sostener desde su vida esa imagen amada. Era su llamita interior. La veía amasando, cocinando pan en horno de ladrillo. Preparando la "sopresatta", guardando pan y jamón de estación a año. Atesoraba cada rincón de recuerdo en esa casa, con su madre despertándolo con un racimo de uva negra en la boca.
Mi padre partió de Nápoles en el último día de primavera y llego aquí en invierno, para siempre perdió un verano en la montaña. Su sobrina Silvana, nacida poco antes que yo, había captado ese misterio mágico. Desde pequeña se dedico a traducir de sueño a sueño y de alma a alma. Sin distancia ni olvido.
Ella escribía para nosotros en castellano o italiano, pero también escribía en inglés, francés y hasta en chino. Tenia amigos en todo el mundo y su pasión era escribirles en su propio idioma. Cuando recibía las cartas de mi padre se las leía a su madre cegada por la diabetes.
Dos décadas atrás cuando preparaba su viaje del próximo verano. A la Argentina. A conocernos, Silvana dejo de escribir, se enfermo de leucemia y murió en pocos meses.
Sin saber de su destino, sin saber que la muerte le iba a sacar el verano y la vida misma, yo imaginaba ese abrazo en el aeropuerto, ese reencuentro imposible.
Mi padre no quiso tomar más la lapicera para escribir cartas. Trickster, mediadora entre el dolor y la distancia, Silvana no cumplió su sueño y una parte de los nuestros de padre a hijo quizás murieron con ella. El puente fantástico de ilusión y arco iris se pulverizo, voló en cenizas y en alas de golondrina cayó en cada lágrima inexplicable.
Cuando mi padre murió, al poco tiempo el Etna estallo en furia de lava y fuego, y yo sentí que ese reencuentro perdido sería entre cenizas del aire.
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