En búsqueda de ayuda espiritual el hombre se dirige a la ferretería de Aurora y Manuela.
El hombre esta apenado y sabe que es el lugar indicado para distraer por un rato a la sombra de sus penas.
Aurora y Manuela, son gemelas. El hombre nunca pudo diferenciarlas salvo por intuición.
Hace ya un tiempo iniciaron un juego que es casi un ritual, cuando el hombre ingresa a la ferretería y le toca su turno de atención dice: dejame adivinar, mirando a la gemela que le ha tocado en suerte del otro lado del mostrador.
Y puro palpito mediante, dirá "Manuela" o "Aurora".
Si acierta tendrá su recompensa.
El premio es un piquito que la gemela ferretera le dará a través de los barrotes. Luego del ritual el hombre comprara tornillos o tarugos o aguarrás o mechas para el taladro o enduido o lo que necesite en ese momento. En rigor el hombre solo camina hasta la ferretería de las gemelas cuando quiere conseguir una sonrisa, o un mimo leve en los labios y escuchar de paso alguna frase desopilante de las chicas.
Pero esa mañana el hombre no acertó, dijo Manuela y era Aurora quien lo recibió. Pero le toca a Manuela buscar los tornillos. El hombre habla de la soledad, se anima a hablar de la soledad de abrazos y cariño que hace largo tiempo lo aqueja.
El lugar es algo exótico, afuera se leen los carteles normales de una ferretería, junto a la oferta de cargadores, elevadores y herramientas, hay también un enorme pizarrón, que las gemelas sacan afuera todas las mañanas junto con escaleras, la mezcladora de cemento y el tanque de agua plástico, el cartel dice:
"Cursos de control mental".
Pues cuando cierran la ferretería y especialmente los sábados y domingos, las gemelas brindan cursos de control mental en un altillo que tienen en la parte superior del local y que alguna vez fue un deposito de materiales, "cuando el negocio era grande y la gente no tiraba su dinero en los shopping".
Son ocurrentes. Dicen cosas que hacen reír a los participantes de sus cursos, una mayoría clientes de la ferretería, mecánicos, electricistas, autodidactas de las reparaciones, pero también vecinas del barrio, y hasta sus amigas de la infancia suelen concurrir.
"Detrás de nuestras emociones negativas hay imágenes e ideas que debemos desterrar" dice Aurora desde el escritorio mientras trabaja en la computadora.
Las gemelas tienen fama de celestinas, pues agrupan en sus cursos hombres y mujeres que están solos, y hacen -según se sabe- cierto estudio previo de compatibilidad entre los invitados de la jornada.
Ya mismo el hombre deja su teléfono, para que lo convoquen a un curso de sábado o domingo.
Pero antes de irse, el hombre le dice a Manuela:
-Ustedes no serán gemelas como las que llevo Susana Giménez a su programa...?
-Con picardía, Manuela le contesta: Nooo, nada de compartir hombre... o sí...
Te compartimos a vos, pero conste que es solo un piquito.
El hombre esta apenado y sabe que es el lugar indicado para distraer por un rato a la sombra de sus penas.
Aurora y Manuela, son gemelas. El hombre nunca pudo diferenciarlas salvo por intuición.
Hace ya un tiempo iniciaron un juego que es casi un ritual, cuando el hombre ingresa a la ferretería y le toca su turno de atención dice: dejame adivinar, mirando a la gemela que le ha tocado en suerte del otro lado del mostrador.
Y puro palpito mediante, dirá "Manuela" o "Aurora".
Si acierta tendrá su recompensa.
El premio es un piquito que la gemela ferretera le dará a través de los barrotes. Luego del ritual el hombre comprara tornillos o tarugos o aguarrás o mechas para el taladro o enduido o lo que necesite en ese momento. En rigor el hombre solo camina hasta la ferretería de las gemelas cuando quiere conseguir una sonrisa, o un mimo leve en los labios y escuchar de paso alguna frase desopilante de las chicas.
Pero esa mañana el hombre no acertó, dijo Manuela y era Aurora quien lo recibió. Pero le toca a Manuela buscar los tornillos. El hombre habla de la soledad, se anima a hablar de la soledad de abrazos y cariño que hace largo tiempo lo aqueja.
El lugar es algo exótico, afuera se leen los carteles normales de una ferretería, junto a la oferta de cargadores, elevadores y herramientas, hay también un enorme pizarrón, que las gemelas sacan afuera todas las mañanas junto con escaleras, la mezcladora de cemento y el tanque de agua plástico, el cartel dice:
"Cursos de control mental".
Pues cuando cierran la ferretería y especialmente los sábados y domingos, las gemelas brindan cursos de control mental en un altillo que tienen en la parte superior del local y que alguna vez fue un deposito de materiales, "cuando el negocio era grande y la gente no tiraba su dinero en los shopping".
Son ocurrentes. Dicen cosas que hacen reír a los participantes de sus cursos, una mayoría clientes de la ferretería, mecánicos, electricistas, autodidactas de las reparaciones, pero también vecinas del barrio, y hasta sus amigas de la infancia suelen concurrir.
"Detrás de nuestras emociones negativas hay imágenes e ideas que debemos desterrar" dice Aurora desde el escritorio mientras trabaja en la computadora.
Las gemelas tienen fama de celestinas, pues agrupan en sus cursos hombres y mujeres que están solos, y hacen -según se sabe- cierto estudio previo de compatibilidad entre los invitados de la jornada.
Ya mismo el hombre deja su teléfono, para que lo convoquen a un curso de sábado o domingo.
Pero antes de irse, el hombre le dice a Manuela:
-Ustedes no serán gemelas como las que llevo Susana Giménez a su programa...?
-Con picardía, Manuela le contesta: Nooo, nada de compartir hombre... o sí...
Te compartimos a vos, pero conste que es solo un piquito.
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