Hubo un tiempo en que el tío era "el mariscal del aire".
El apodo se lo puso mi amigo Rubén cuando lo vio llegar con antiparras pintorescas subido a aquella máquina infernal cuyo sonido era reconocible bien a lo lejos. El tío no llegaba en avioneta pero con su moto ruidosa y las antiparras lo veíamos arriba del Fokker.
Venía riéndose sobre su moto desde antes de estacionar en la vereda. Si mi madre lo veía salía amagando protestar para que no estacionara su maldita máquina sobre las baldosas y dejara manchas de aceite.
En aquellos años no recuerdo al tío hablando algo "en serio", decía sus chistes y se reía a carcajadas sin esperar el festejo de su improvisado auditorio.
Era cobrador. Cuando golpeaba en una casa –y ya lo conocían en sus modos de llamar- decía: "el cuco". , "el hombre de la bolsa" "el pata de lana" etc, Fuimos un pueblo más alegre que hoy en día porque al tío le aceptaban de muy buena gana sus mañas.
35 años después mi madre se sigue fastidiando con su hermano, sobre todo con sus chistes verdes que se volvieron sólidos e invariables como un monumento que atestigua un lejano pasado.
El mariscal del aire, hablaba de su pajarito siempre atento para cantar, volar y entrar a jugar en los mejores nidos.
No me olvido que un día su chiste quedo al alcance del oído su primer mujer que le dijo delante de los presentes "me parece que ese pajarito hace mucho que no vuela" La mueca de enojo del tío quedo como una foto clavada en mi memoria.
Hasta hoy el tío sigue con variantes del chiste del pajarito.
"tengo dos pajaritos, uno canta y el otro esta triste"
Nunca supo que en aquella época -cuando Ulises Dumont todavía no piloteaba su avioneta en "No habrá más penas ni olvido"- el tío era para nosotros un verdadero mariscal del aire.
El apodo se lo puso mi amigo Rubén cuando lo vio llegar con antiparras pintorescas subido a aquella máquina infernal cuyo sonido era reconocible bien a lo lejos. El tío no llegaba en avioneta pero con su moto ruidosa y las antiparras lo veíamos arriba del Fokker.
Venía riéndose sobre su moto desde antes de estacionar en la vereda. Si mi madre lo veía salía amagando protestar para que no estacionara su maldita máquina sobre las baldosas y dejara manchas de aceite.
En aquellos años no recuerdo al tío hablando algo "en serio", decía sus chistes y se reía a carcajadas sin esperar el festejo de su improvisado auditorio.
Era cobrador. Cuando golpeaba en una casa –y ya lo conocían en sus modos de llamar- decía: "el cuco". , "el hombre de la bolsa" "el pata de lana" etc, Fuimos un pueblo más alegre que hoy en día porque al tío le aceptaban de muy buena gana sus mañas.
35 años después mi madre se sigue fastidiando con su hermano, sobre todo con sus chistes verdes que se volvieron sólidos e invariables como un monumento que atestigua un lejano pasado.
El mariscal del aire, hablaba de su pajarito siempre atento para cantar, volar y entrar a jugar en los mejores nidos.
No me olvido que un día su chiste quedo al alcance del oído su primer mujer que le dijo delante de los presentes "me parece que ese pajarito hace mucho que no vuela" La mueca de enojo del tío quedo como una foto clavada en mi memoria.
Hasta hoy el tío sigue con variantes del chiste del pajarito.
"tengo dos pajaritos, uno canta y el otro esta triste"
Nunca supo que en aquella época -cuando Ulises Dumont todavía no piloteaba su avioneta en "No habrá más penas ni olvido"- el tío era para nosotros un verdadero mariscal del aire.
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