Mi hija lo juega en la escuela. Esta vez le resulto fácil enseñarme a jugar. Me dijo que dejara los brazos hacia adelante y se dejo caer de espaldas para que yo la sostuviera. Luego lo repitió una y otra vez dejandose caer alternativamente de frente o de espaldas.
El juego me hizo "caer una ficha" como suele decirse. Pude asociarlo con cosas de mi vida.
Me ayudo de alguna manera a pensar esa dificultad para entregar la confianza.
Jugar a dejarse caer y que te sostengan.
Supongo que no me ocurre a mi solo. Que los adultos nos olvidamos de jugar o no jugamos nunca a dejarnos caer en los brazos de alguien en quien confiamos que nos va a sostener.
Es el juego que sabe jugar mi gato cuando se da vuelta y vuelta en el piso esperando que con el zapato le recorran y acaricien suavemente el cuerpo. No teme que lo pisen.
Entonces a falta de confianza se suele "jugar" al control. Es la ilusión de controlar las cosas y los seres.
O es el oscuro temor de ser "objeto" en un juego inconsciente de otro.
Son mecanismos sútiles como hilos de araña.
-Nada peor que esos hilos invisibles de la araña humana.
Con alertas que avisen si el otro se mueve del lugar esperable.
Del lugar que le armamos desde nuestra propia rigidez.
El juego me hizo "caer una ficha" como suele decirse. Pude asociarlo con cosas de mi vida.
Me ayudo de alguna manera a pensar esa dificultad para entregar la confianza.
Jugar a dejarse caer y que te sostengan.
Supongo que no me ocurre a mi solo. Que los adultos nos olvidamos de jugar o no jugamos nunca a dejarnos caer en los brazos de alguien en quien confiamos que nos va a sostener.
Es el juego que sabe jugar mi gato cuando se da vuelta y vuelta en el piso esperando que con el zapato le recorran y acaricien suavemente el cuerpo. No teme que lo pisen.
Entonces a falta de confianza se suele "jugar" al control. Es la ilusión de controlar las cosas y los seres.
O es el oscuro temor de ser "objeto" en un juego inconsciente de otro.
Son mecanismos sútiles como hilos de araña.
-Nada peor que esos hilos invisibles de la araña humana.
Con alertas que avisen si el otro se mueve del lugar esperable.
Del lugar que le armamos desde nuestra propia rigidez.
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