1*
En un diario matutino, apareció una noticia sorprendente.
Se busca alfombra perdida. Su nombre: mágica. Al que pueda encontrarla será gratificado con una valiosa recompensa. Remitir información a esta dirección, ciudad de las diagonales calle del silencio entre los tilos y las jacarandas. Mantener máxima discreción.
Intrigada por el aviso me puse a investigar de inmediato. Llame por teléfono a la persona que había realizado la solicitud y me dio detalles de su objeto perdido y/o robado.
Con voz deformada para que no la reconociera me dijo que esa moqueta había sido su testigo durante tantos años de pasión jugando a las escondidas. Entre llamadas en clave y mensajitos de texto, ella la alfombra había sostenido sus ardientes encuentros con su don Juan. Era suave, no muy limpia pero si mullida, por lo cual las escenas de amor se desarrollaban con gran habilidad y maestría.
Luego agregó casi llorando, que de no encontrar su tan codiciado fetiche, tendría que ir a visitar a un traumatólogo, porque le dolían todas las coyunturas, que los años no venían solos, que no quería quedar en silla de ruedas y qué explicación le iba a dar a sus familiares y amigos.
Me quedé en silencio, intentando darle una pista, un consuelo, no conocía el paradero de su objeto perdido.
Solo tenía una explicación sobre la desaparición del valorado tapiz: habría volado
Al país del nunca jamás.
Moraleja: “si han de disfrutar a escondidas, que les duelan los huesos”. Párrafo extraído del Manual del matrimonio perfecto, capitulo 3: Saber inconsciente de alguna parte engañada.
2*
El hombre añora. Extraña. Intuye que ya nada será lo mismo.
No es por un objeto en sí mismo, sino por esa oculta señal que a veces en la vida es previa a que se desencadenen hechos imprevisibles.
Por un momento, piensa si esto puede solucionarse con dinero.
-Compro otra y listo.
Quiere convencerse de que es posible, que nada va a cambiar.
Que todo seguirá siendo como fue hasta la última vez.
Ella llegando a última hora, cuando la recepcionista ya se había retirado.
Puede ver ahora mismo la imagen: esa desesperación que hace que se quiten sólo lo esencial de la ropa y se revuelquen en la alfombra hasta penetrarse y acabar furiosamente. Dichosamente al mismo tiempo.
Ese orgasmo es un lujo. –se dicen con una mirada.
Ni con su mujer, ni con otras amantes puede lograr eso.
Romina y él sobre la alfombra vuelan por el aire.
Esta alfombra es mágica –dice ella cada vez que tiene ocasión.
Pensar que era regalo de casamiento de mi suegra que la compro en una feria de El Cairo, si supiera los placeres que nos brinda. –dice el hombre buscando la sonrisa cómplice de Romina.
Pero de todo esto ya pasaron tres interminables meses.
Fue en el último vuelo y mientras se daba el orgasmo, cuando sintió que la alfombra los había llevado más allá de los límites estrechos del consultorio.
Quizá haya sido una venganza de su suegra –El hombre intuía que las coloradas como ella eran unas brujas-
Entonces sintió la caída.
La mano agitada en las alturas y ese grito de Romina alejándose.
Ese aterrizaje con suerte sobre la palmera. Las roturas. Los yesos.
El hombre espera que alguien venga a verlo en el horario de las visitas.
Y de Romina, ni noticias.
*de Eduardo F. Coiro.
-En base a una idea original de Azul
En un diario matutino, apareció una noticia sorprendente.
Se busca alfombra perdida. Su nombre: mágica. Al que pueda encontrarla será gratificado con una valiosa recompensa. Remitir información a esta dirección, ciudad de las diagonales calle del silencio entre los tilos y las jacarandas. Mantener máxima discreción.
Intrigada por el aviso me puse a investigar de inmediato. Llame por teléfono a la persona que había realizado la solicitud y me dio detalles de su objeto perdido y/o robado.
Con voz deformada para que no la reconociera me dijo que esa moqueta había sido su testigo durante tantos años de pasión jugando a las escondidas. Entre llamadas en clave y mensajitos de texto, ella la alfombra había sostenido sus ardientes encuentros con su don Juan. Era suave, no muy limpia pero si mullida, por lo cual las escenas de amor se desarrollaban con gran habilidad y maestría.
Luego agregó casi llorando, que de no encontrar su tan codiciado fetiche, tendría que ir a visitar a un traumatólogo, porque le dolían todas las coyunturas, que los años no venían solos, que no quería quedar en silla de ruedas y qué explicación le iba a dar a sus familiares y amigos.
Me quedé en silencio, intentando darle una pista, un consuelo, no conocía el paradero de su objeto perdido.
Solo tenía una explicación sobre la desaparición del valorado tapiz: habría volado
Al país del nunca jamás.
Moraleja: “si han de disfrutar a escondidas, que les duelan los huesos”. Párrafo extraído del Manual del matrimonio perfecto, capitulo 3: Saber inconsciente de alguna parte engañada.
2*
El hombre añora. Extraña. Intuye que ya nada será lo mismo.
No es por un objeto en sí mismo, sino por esa oculta señal que a veces en la vida es previa a que se desencadenen hechos imprevisibles.
Por un momento, piensa si esto puede solucionarse con dinero.
-Compro otra y listo.
Quiere convencerse de que es posible, que nada va a cambiar.
Que todo seguirá siendo como fue hasta la última vez.
Ella llegando a última hora, cuando la recepcionista ya se había retirado.
Puede ver ahora mismo la imagen: esa desesperación que hace que se quiten sólo lo esencial de la ropa y se revuelquen en la alfombra hasta penetrarse y acabar furiosamente. Dichosamente al mismo tiempo.
Ese orgasmo es un lujo. –se dicen con una mirada.
Ni con su mujer, ni con otras amantes puede lograr eso.
Romina y él sobre la alfombra vuelan por el aire.
Esta alfombra es mágica –dice ella cada vez que tiene ocasión.
Pensar que era regalo de casamiento de mi suegra que la compro en una feria de El Cairo, si supiera los placeres que nos brinda. –dice el hombre buscando la sonrisa cómplice de Romina.
Pero de todo esto ya pasaron tres interminables meses.
Fue en el último vuelo y mientras se daba el orgasmo, cuando sintió que la alfombra los había llevado más allá de los límites estrechos del consultorio.
Quizá haya sido una venganza de su suegra –El hombre intuía que las coloradas como ella eran unas brujas-
Entonces sintió la caída.
La mano agitada en las alturas y ese grito de Romina alejándose.
Ese aterrizaje con suerte sobre la palmera. Las roturas. Los yesos.
El hombre espera que alguien venga a verlo en el horario de las visitas.
Y de Romina, ni noticias.
*de Eduardo F. Coiro.
-En base a una idea original de Azul
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