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MUNDIAL 78

Bajó del tren en Villa Domínico. Caminó unas cuadras bordeando el parque.

Cruzó la avenida Mitre y enfiló para el bar, faltaban 10 minutos para la cita, pero él siempre llegaba temprano mientras terminaba de armar "el minuto". Aunque sabía que su rostro no espejaba el amor, pensó en decir que esperaba a la chica que había conocido el fin de semana anterior en el parque. Sí, casi enfrente. Entró. Ese lugar era más razonable para levantar quiniela clandestina que para esperar una señorita. Piso con la seguridad de la repetición, no era la primera vez que se reunía con compañeros del partido. Eligió una mesa individual, seguramente incomoda para la reunión prevista, pero desde ahí en el centro de ese lugar indefinible se controlaba con la visión la puerta, la avenida, las hojas de ese otoño amarillo casi siniestro. Ese lugar era imposible para un encuentro amoroso... Oteo el lugar, en una mesa grande hecha de tres individuales estaban 8 tipos.

Parecían oficinistas. Divertidos, relajados, daban por seguro el triunfo de la selección y de eso hablaban, muy argentinos. En el reloj eran las 18 horas. Las últimas lágrimas de luz se fugaban de la crueldad entre los autos interminables de la avenida.

La puerta era ese umbral de ansiedad. No sabía quiénes iban a venir a esa reunión además de Pocho, el responsable de la zona sur. Intuía, que en esa reunión clave, podrían asistir los cuadros más destacados del Partido. Bueno, al menos los que no estaban ya secuestrados.

Del frío apuro a fondo el café doble. En la radio el gordo Muñoz relataba. Nunca faltaba algún comentario afín al que "los argentinos somos derechos y humanos".

Un gusto amargo de tiempo difícil lo acompañaba de sol a sombra, él estaba "levantado" y casi todos sus compañeros también, viviendo en pensiones o casas del pueblo. Otros, abandonados a su suerte, vagaban por las calles. Temían volver a sus casas. Varios dirigentes del comité central fueron detenidos, y serian "desaparecidos" de la dictadura. Muchos pendían del delgado hilo de cuerpos resistiendo la tortura y el terror...

A las y media empezó a inquietarse, ni siquiera Pocho había llegado, -no pasa nada el transito está jodido a esta hora y con ese Citroen 2cv no se le puede pedir nada-

Volvió a conectarse con la mesa de oficinistas festivos, el clima de cargadas era total y grotesco: ni señora, ni hermana, ni madre estaban a salvo de esa horda primitiva. Un gordo grandote se paró haciendo cuernos con la mano derecha, diciendo "voy con tu mujer...”, otro fulano tomó un sifón y parándose amenazó con apagar ese escándalo. Asqueado, desprecio el show por un instante y volvió a fijar la mirada en la puerta. ¿Llegaban los "cumpas"?

Un chorro de soda en los ojos lo desubicó, ¿qué carajo les pasa? -gritó. Ya era tarde. Dos 9 Mm le apuntaban. Le aplastaron la nariz contra la mesa mientras lo esposaron. A los golpes lo llevaron hacia la esquina de Centenario Uruguayo. Una mano le apretaba el cuello desde la nuca y solo podía ver esas baldosas vainilla, - ¡zurdo de mierda....te dejaron solo! -Pudo ver la marca "Ford" en la camioneta, en la caja, hundido en un ángulo estaba Pocho, ojos vendados, la cabeza que quería tocar el pecho y no podía, las manos esposadas coronaban los parietales y se sostenían en la cumbre de las rodillas. Era una estatua congelada en horror... la queja parecía tardía, inútil, - me batiste...-Esa voz, de muerto en certezas, lo corto en filo - no seas boludo... el partido se terminó... Con la capucha, casi en asfixia, lo aplastaron en la cabina, sentía el peso de las botas en la espalda. Casi no hay palabra con Pocho, sólo una frase: -No dije todo, dejé tu parte....

El tiempo se había detenido. Era una ruta a velocidad constante. El aire que silva de los vehículos que cruzan. Cuando se presentía la llegada a destino. Antes de la despedida con Pocho, quedó una frase flotando, dicha con tono de orden: - ¡No te hagas mártir, ya no queda nada para defender! -



La recepción fue con patadas y una piña fuerte en el estómago, doblado, a vómitos, entro en la celda. No estaba solo, dos tipos respiraban con antigüedad en el lugar, -¿Te golpearon mucho pibe? - - Podría haber sido peor-. El silencio no tenía edad, y había que economizar palabra en esa incomodidad de escuchar consejos."Hace meses que estamos en este pozo, no dormís nunca de los gritos, y aun en sueños, los soñas como si estuvieras despierto... En tres o cuatro sesiones de parrilla vas a cantar lo mismo y además vas a mandar al frente a cualquiera para tener alivio entre picana y submarino. "Eran dos oficiales Montoneros, también vendidos por su jefe." Tratamos de evitar la tortura y colaborar, con suerte algún día volvés a ver la luz y la familia va a necesitar que quedes entero..." "¿Sos del PCML, no...? Los paras se burlaban, decían que estaban llegando los antifascistas, los amarillos de Mao... Bueno, con Uds., van a ser cordiales, no les tienen tanto odio, no les boletearon a nadie.... ¿Para que tenían los fierros? ". El no contestó, no quería oír más."Nosotros estamos jodidos, si nos hubiéramos largado con la guita de los Bunge estaríamos tranqui." Hablar no servía. La humedad y ese olor a moho penetraban hasta los pulmones, no daban ganas de respirar. Temblaban de frío, abrazaron los cuerpos para refugiar un poco de calor, en la brutal necesidad no había diferencias ideológicas, el desamparo los acurruco como cachorros. En el alba, lo sacaron sin palabras, solo manos en el cuerpo. Esa habitación, era calida después de la celda y parecía seca. Sentado, le descubrieron la mirada y los ojos no podían ver nada después de tanta pupila negra, negados a la luz, sus ojos no veían nada humano ahí, enfrente, del otro lado. Detrás de un viejo escritorio estatal, gris metalizado, estaba el "Ratón", un cuadro, un miembro de dirección del partido. El mismo elocuente y seguro camarada, un teórico, surgido de la docencia universitaria. Ahora, se lo veía mortal, con ojos gastados de tanta luz artificial. Desprolijo, la barba de días. Su bigote tipo militar proliferaba en el de Nietzsche. Sin vueltas, comenzó un interrogatorio.... "Las autoridades de este lugar me piden los datos que tenés sobre los militantes del partido y de otras orgas. Acá se sabe que hay militantes de base que dependen de vos..... Pocho no dijo todo lo que podía decir, así que ahora te toca descargarte a vos.....

-¡Traidor hijo de puta! -

- Mirá..., le dijo el Ratón en resignación, acá no hay lugar para heroísmos, casi todos hablaron para demostrar sumisión y mostrarse quebrados, y al que no se quiebra, lo quiebran en la tortura.

¿Qué pasó con el "Gran Timonel"? entregó hasta la señora y los hijos. No hay nada en pie, y vos no te vas a inmolar por 5 o 6 boludos que ni siquiera los van a ir a buscar. Al Pato lo reventaron y cantó. Entre vomitar ahora y hacerlo reventado da igual. Estamos en sus manos. Pensalo, en un rato te interroga el encargado.

-El captor que aguardaba a su espalda lo tabicó y lo condujo a una nueva celda, esta era de aislamiento, la altura no permitía ponerse de pie, solo moverse de rodillas. Era una cucha donde no cabían un cuerpo y su alma. El hambre y el frío no dejaban dormir, los alaridos tampoco. En ese tiempo sin tiempo, toda su vida parecía correr en imágenes y representaciones veloces, daba vértigo y mareos. Nauseas. ¿Y los viejos...?. No sabían de él desde un mes atrás, cuando se había levantado, sintió como nunca que los quería, quería volver a verlos tomando mate bajo la parra, comiendo la picada con el vaso de vino tinto, respirando el aire fresco de la quinta y el aleteo en torcazas. Desde esa mazmorra infame recorrió postales de esa impensada militancia que lo llevo hasta ahí, fuera de la civilización y pronto, quizá, de la vida también. ¿Era la revolución lo más importante? Era difícil no hacer una revolución en encuentros de música y lectura, leyendo sobre la crisis inevitable del capitalismo entre mates y sonrisas.



La puerta se abrió en el ensueño, en pasos de temblor trato de recordar que compañeros conocía también Pocho, su vida dependía de esa coincidencia..... -En un flash aparecían rostros, intactos, confiados, indefensos, abandonados, perdidos, ¿Qué sería de ellos? ¿Cual sería el suyo? El encargado fue breve: Habla y rápido, sino te pasamos al asador, y los muchachos de la parrilla están apurados porque va a empezar el partido de la selección, no te hagas más el pelotudo...



Afuera, no tan lejos de ese chupadero, multitudes estallaban festejando el triunfo de Argentina sobre Holanda. Ese mundial, era nuestro.

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