De pronto me había inventado un oficio (es probable que mi
ocurrencia fuese algo común). Pero preferí imaginarme fundando una praxis, la
antropología de las subjetividades ó dicho de modo sencillo de una persona y su
obra. La vida me permitió acceder al fantástico mundo del arquitecto Jerome
Ricardo Klepka.
Antes de partir a Corbett, su gran obra, había recibido de su amiga
Irene una caja con planos, dibujos de
esculturas y cuadernos donde Jerome anotaba frases o explicaba el significado
de sus obras.
Mientras viajaba en el tren me daba cuenta que el arquitecto Klepka
tenia lúdica creatividad: se permitió colocar 109 de sus esculturas "Como
los 109 trofeos que debía cazar un Maharajá". En su cuaderno explicaba:
“esta es una cacería de recuerdos propios a los que debo darles una
materialidad”.
El hotel se llama "Edward James Corbett Resort" y queda a
metros de la estación de tren. Es un hotel de tres estrellas con baño privado y
cuesta 1300 Rupias por noche. Pedí una habitación sin saber cuanto tiempo necesitaría
para recorrer el parque natural y las obras de arte que Jerome había dejado
allí plantadas para que sean vistas e interpretadas por los visitantes.
Ni bien entré pude escuchar del conserje una historia que habla de
la personalidad del arquitecto. Durante la obra del reciclado del hotel, el
hombre había tenido una fuerte discusión con el contratista que colocaba el
parquet. La discusión había llegado al punto de la furia y los hombres iban a
arreglar sus diferencias a trompadas. Hasta que el parquetista lo insulto en
ruso y Klepka le contesto con otro insulto similar también en idioma ruso.
-Irene me había contado que Jerome había aprendido ruso porque su padre lo
hablaba como segundo idioma; ya en su adolescencia había decidido estudiarlo
bien para leer a Gorki en su idioma madre.-
La cosa es que el conocimiento común de un idioma y de cultura
eslava los amigó. El contratista y el arquitecto comenzaron a cantar juntos
canciones tradicionales. Para festejar el descubrimiento, Jerome fue hasta su
auto, trajo una botella de Grappa Chizzotti y brindaron con los obreros
presentes en la obra.
-Como Ud. mismo podrá observar, el parquet de pinotea ha quedado
impecable. -Remató el conserje.
Me di cuenta durante un buen rato antes de lograr dormir en una cama
desconocida que la idea de escribir sobre un hombre y su obra no es tarea
sencilla -al menos con Klepka- . Una segunda idea que había tenido durante el
viaje en tren estaba en cuestión, ¿Podría escribir algo más que una crónica
sobre lo visto en Corbett? No quería -como muchas otras veces- plantearme
objetivos demasiados alejados, tenía certeza sobre las limitaciones de mi
escritura. Sin respuesta, lo mejor fue dormirme y esperar que el día siguiente
aclarara con su luz las cosas.
Desayune mirando al verde del parque un cielo amplio y celeste
hasta el horizonte. El día se mostraba como una promesa esplendida. Como muchas
otras veces sentía incomodidad con la soledad. Casi siempre mi trabajo me
llevaba a llegar y permanecer solo en diferentes hoteles, la soledad me
convertía en un observador o en un cazador de imágenes más precisamente. Me
llamó la atención la remera que usaba un hombre con la pelada artificial en su
cabeza. Tenía menos de cuarenta años, y el aspecto de un cuerpo trabajado en
horas y horas de gimnasio. Parecía estar en una gira de negocios desayunado con
socios. La remera decía en español y letra enorme: "Y si la mujer del
prójimo me desea a mí".
No quise distraerme más. Llevaba en mi bolso un par de cuadernos
donde Jerome Klepka describía el origen de las obras que iba a ver ni bien me
animara a salir al afuera del hotel.
En el pequeño parque lindero al que miran los ventanales del
comedor esta el monumento a Edward J. Corbett. Es una escultura de hierro negro
donde luchan dos teriantropos: uno tiene un cuerpo humano con cabeza de Tigre,
lleva el sombrero clásico de los cazadores. El cazador lucha con una enorme
víbora que se enrosca por su cuerpo desde su pie izquierdo. La serpiente
termina en una cabeza humana que muestra colmillos y una lengua de reptil.
La estatua tiene título: "Metamorfosis". En su enorme
base de cemento se lee la inscripción de autoría: JEROME RICARDO KLEPKA.
ESTATUARIO. ARQUITECTO. CLONADOR PAISAJISTA.
En el cuaderno dice -textual- : "Metamorfosis". Fue con
la infección del colmillo izquierdo. Tenía la mitad del rostro con aspecto felino.
Sentía que la fiebre era una enorme serpiente que se enroscaba. Deliraba. Lo
más lógico es que la serpiente tuviera en su rostro el aspecto de la serpiente
a la que llamamos, afiebrados de autoengaño, "ser humano".
Alejándose de la estación y el hotel hacia el norte esta la entrada
al Parque Natural, situado en las tierras de la antigua estancia de los
Corbett. Allí quedaron al aire libre las obras de arte de Klepka. La entrada al
parque cuesta 250 rupias, el equivalente aproximado a 5 Euros.
La primera obra que pude observar se titula: "El rollo del
tiempo".
Escribe: "Después de la salud, el tiempo es lo más valioso que
posee una persona. (...) Pensé en las manos de mi padre, en los objetos que
había dejado abandonados en el galpón de la casa. Había dos lavarropas
oxidados, una heladera Siam. Los alambres que sostenían la antigua parra habían
quedado formando un rollo, una nebulosa galaxia que ya no podría volver a
extenderse. Fue mi hijo quien lo bautizó como rollo del tiempo"
Me gusto mucho la obra dedicada a Kurt Vonnegut. "Insectos
atrapados en ámbar" Son piedras traslucidas apiladas como un muro, adentro
se observan cuerpos de insectos con cabeza humana. Arriba del muro desfila un
soldado con un uniforme alemán de la segunda guerra.
Jerome anotó: están mi padre y mi tío en
la guerra, nunca saldrán del todo. En el oído les quedara el zumbido de los
proyectiles que reventaban el tímpano. Por un instante puedo volver a ver los
ojos vivaces de mi padre cuando recordaba la noche iluminada por los proyectiles
en la batalla de Montecassino.
Cuando retorné del parque estaba bastante cansado, era de noche,
había comido algo en un pequeño restaurante ubicado en la antigua residencia.
Volví a la habitación, me bañe con una ducha que no logre regular bien, con el
agua casi fría afloje el cansancio y me dispuse a dormir. La cercanía al campo
convertía al hotel en un espacio de resonancia de lo lejano y lo inmediato a la
vez. En la habitación contigua una pareja había comenzado a hacer el amor. Se
escuchaba como la mujer jadeaba. Dije: este Jerome, ha sido un gran artista,
pero como puede ser que haya construido estas paredes con paneles de yeso que
no aíslan nada.
Desde el campo empezó a ganar espacio el sonido de un tren
acercándose. Es el tren que va a Moradabad y retornara mañana para llevarme a
Old Delhi si decido partir sin extender mi estadía. Por momentos el sonido del
tren se mezclaba con los jadeos de la pareja de la habitación lindera. Cuando
llegó a la estación se escucharon los sonidos del vapor liberado por la locomotora. Ese
soplo inconfundible de las vaporeras. ¿Será una North British o una Vulcan Iron
Works? Minutos después tren partió, su sonido se alejaba mientras el de la pareja que hacía
el amor sin agotarse se mantenía constante.
En cualquier lugar, una locomotora atraviesa la noche. Otra mujer,
se enciende, hecha vapor, jadea. Hay viajes que crean la vida y otros que la
llevan de un sitio a otro.
Antes de entrar en el sueño arrullado por los sonidos del amor. Se
impone la necesidad de que alguna enseñanza sea útil para mi vida. Pensé en lo
apropiado que era el título de una de las obras de Jerome Ricardo Klepka que figuran en el catálogo:
"Lo erótico es la vida".
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