-1-
VOLVER
Tanto pensar
“cómo quisiera que mi viejo estuviera aquí, aunque sea por unas horas”, que
justo ese día mi Padre volvió.
Era el día en
que cumplía sus años cuando lo vi doblar desde la esquina con su bastón
artesanal, el mismo que armo con sus propias manos con un mango de paraguas y
una caña a la que le dio terminación con un regatón de goma.
Me vio desde su
paso lento cosechando las nueces altas con un largo palo armado para la
ocasión. Cosechar las nueces del año en el día del cumpleaños de mi padre es
una ceremonia que mantengo con mis hijos.
Esta vez, el
retorno de mi padre me sorprendió en la puerta de calle con las yemas de los
dedos bien manchadas por la tinta que liberan las nueces al separarlas del
tegumento verde que las recubre en la planta.
Mi Padre estaba
feliz en el regreso. Venía de visitar al santuario Della Madonna di Viggiano.
Nos dimos el
doble beso de mejilla a la usanza italiana. Mezclamos lágrimas y risas.
-2-
LLEGAR
La voz de mi
padre sigue viajando. Partió con él un Giugno 30 del puerto de Nápoles. Atrás
hay un viaje en tren al que llamaba "la letorina".
No lo dijo
nunca, pero en su voz lleva un eco, una cadencia de las lágrimas de toda su
familia italiana que lo despide en el puerto antes del mar como horizonte. Mi
padre lleva la promesa de vivir en Argentina.
El pasaporte
con aquella expresión en la foto tan parecida a Paul Newman dice que llegó el
Luglio 21 de 1952.
Sin embargo
siento que sigue viajando.
Que ese barco,
el Sebastiano Caboto todavía no hizo su escala en Río de Janeiro.
-Hay días.
Momentos en que necesito que llegue, aún tantas décadas después...
"La voz
del padre llega muchos, pero años después" - Oigo decir al amigo analista
cuando le cuento de mi espera.
Será por eso
que el otro día la voz de mi padre llegó.
Su voz. Su voz
y un golpe duro de aire para que no me haga el distraído.
En su voz
venían sus ojos celestes en los que todavía reflejaba al mar inabarcable de la
travesía.
A veces uno no
sabe oír ni recordar.
Desde la voz
viajaban unas palabras de mi padre que no era de ironías ni de evadir una
verdad.
Pude oir bien
clarito: "Ahora tenés que ser tu propio padre"
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