Darío Santillán Y Maximiliano Kosteki. Junio 2002 Ellos son dos sombras largas de atardecer, siluetas recortadas a contra luz en el final del anden. Sus rostros caen en sombras ante la oscuridad que sube, implacable, desde el este. Pero, allí en el último resplandor oro encajado entre las vías que fugan son seres de ilusión, en ese momento pueden darse la mano fuerte, el abrazo fuerte, darse el alma sin que ninguna estampida, ningún terror disuelva lo humanamente dado. Allí van y vienen las cosas en hamacas del tiempo, van y vuelven, parecen tocar el cielo, irse definitivamente, pero retornan una y otra vez.... Ahí esta el Estado fabricando mártires, el poder plantando policías como alambrados de púas. Se escucha una frase recortada en el aire desde el bar: -Tengo que ir a trabajar y no me dejan - grita un señor por la radio 10. Hay que ir, aunque el tiempo se detenga en el lugar menos pensado, en el momento menos deseado. Como la muerte atravesando el umbral...