El era uno de los tomadores de mate que aparecían cualquier día a la hora señalada: 17. 00 horas, ni antes al costo de interrumpir la siesta sagrada de mis suegros. ni mucho después cuando los ánimos como el mate se lavaban inevitablemente. Era el flaco Corwin, como todos le llamaban. Un vecino del barrio cuya amistad con Don Fernando se limitaba a una hora de visita en la hora del mate. Era un misterio el hombre. Un hombre tempranamente envejecido que no llegaba a los 70 años pero si los aparentaba. Flaco, flaquísimo, la espalda encorvada. La mirada algo torcida con ojos claros muy hundidos en el rostro. lo cierto es que el flaco estaba absolutamente solo en el mundo, sin familia, ni mujer ni nadie que se ocupe ni le de sentido a su existencia. Entonces el flaco aplicaba -según sus propias palabras- la política de parches a la soledad, que significaba que en diferentes casas del barrio lo bancaran un rato en la semana. El flaco se reía como un niño al recordar...