El peronismo en pequeños gestos*
A Lidia Paz
Hoy es el cumpleaños de Lidia.
La llamo por teléfono. Este año si me acorde. Hablamos, y se remueven afectos.
Me cuenta que esta leyendo los escritos de José Pablo Feinmann sobre el peronismo que se publican los domingos en Página/12. Dice que ahora leyendo y recordando algunas imágenes de su infancia ha descubierto a los 64 años que se siente peronista.
Ella nació en el 44 cuando el peronismo se preparaba para bautizar sus pies en la fuente de la plaza.
Lidia me dice que estas lecturas le han devuelto algunas imágenes sobre su padre.
Como poder ver a su padre en la cocina escuchando en la radio, mientras en la radio estallan las bombas del junio de 1955 sobre la Plaza de Mayo.
Ella congela esa imagen, su padre, un hombre silencioso, llora en la mesa de la cocina al escuchar de los bombardeos. No recuerda que dice, la postal es sólo su rostro llorado y sus labios que se mueven.
El fue peón de campo, antes de ser obrero y poder casarse y tenerla a ella de hija. Un hombre humilde que hablaba casi para adentro.
Y ella tenia -sacando cuentas- 11 años cuando ve a su padre llorar y puede ver algo o intuye de su vida en esas gotas luminosas.
Lidia y yo hemos tenido padres laboriosos y callados, gente de pocas palabras, el otro extremo de los políticos que como dice la gente humilde: "hablan mucho".
Mientras le cuento de mi vida fragmentada y Lidia se rie de esta confesión: "durante el año lavo los platos en tres casas distintas", me surge de mi padre una fecha. El 21 de julio de 1952. Mi padre llega de Italia a la Argentina 5 días antes de la muerte de Eva. Mi padre jamás contó ni una palabra que lo relacionara con la vida política de la argentina. Nada, ni un pequeño gesto que dijera como le había pegado los acontecimientos de esta, su segunda tierra, en la que trabajó, crió a sus hijos y murió. Hasta que muchos años después un día me encontré en el lavadero de casa con una hoja de diario con un retrato de Eva a página completa colgado de un clavo, que como muchas cosas de la casa era producto de su trabajo.
Ese fue el único gesto ¿político? que le conocí a mi padre durante su vida digna de la expresión peronista "de casa al trabajo y del trabajo a casa".
Creo que en algún lugar, casualidades o no, estamos hermanados con Lidia. No importa. No puedo escribirlo. Pero ella hace muchos años lo pudo decir mientras caminábamos a la salida del trabajo.
Me dijo que yo era como el hermano que no había tenido.
Pasaron muchos años de esa frase. La guarde. Al menos para escribirla este día, un día de pequeños gestos y algunos pedacitos de memoria.
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