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EN LOS ZAPATOS DEL TANITO...

-Texto del año 2003-



Es sábado, nuevo intento para salir a trabajar con las encuestas, ya llevo 4 días de postergaciones y excusas. Al fin, luego de ver el cielo limpio, ni una nube contra el último amanecer de invierno; decido que voy a ir en Tren a ese pueblo bastante lejano, a 40 minutos de tren. Salgo, grandes dudas acerca de llevar o no campera, la llevo. La boletería esta desierta, 6 personas y pido el boleto de ida y vuelta, casi seguro de querer retornar a casa una vez más.
Al costado derecho, entre el vidrio y la manpostería veo una mamadera a medio tomar....
Muchas cosas e imágenes se disparan en mi mente, desde esa visión de una tetina apuntando al labio del cielo. Me doy cuenta, que es del nene más pequeño de una señora que habitualmente pide monedas al costado de la boletería. La observo, en realidad es una chica muy joven y es el tercer o cuarto niño que cría allí, al costado de la boletería, ahora está cerca del puesto que vende factura, el vendedor le da un vigilante con crema pastelera a la nena y una bola de fraile rellena con dulce de leche al nene. El más grande no llega a 6 años. Se acuerda de su trabajo, cuando me estoy yendo: -don, me da 10 centavos para la leche. se los doy, y hecho una última mirada a su madre que lo observa a unos metros. Tiene una expresión congelada de criatura, casi la expresión de sus hijos, se nota que la vida solo la ha dejado crecer hacia afuera. Los ojitos son pequeños, hundidos como los de una muñeca, pero no celestes, sino renegridos.
Me voy, el tren sale por el anden 5, reconozco que esa imagen de la mamadera y los niños me ha atravesado. Subo las escaleras escuchando en mi cabeza algunas estrofas de Sui Generis, algo deformadas en mi memoria: yo crecí con sonrisas de casa / cielos claros y verde jardín / y que estoy haciendo / aca en esta calle con hambre / cuantas veces tendré que morir para ser siempre yo....
Y no ese que duerme tranquilo/ despues de ...asesinar sin saber / y rie en su casa / con el cuerpo libre de muerte / solo con ... su propia muerte / pequeña y trivial.....
No me cuestiono el porque, pero estas estrofas me acompañan casi todo el viaje, más aun cuando los ranchos de cuatro chapas y menos de 2 metros de altura -casi cuchas-, alternan en los costados de la vía con otras casas pobres armadas con materiales o casillas reutilizadas. He visto crecer estos barrios de la nada, 20 años atras eran descampados donde pastaban algunos caballos. Ahora son enormes hacentamientos, donde tener un caballo y un carro es todo un privilegio. Los arroyos, uno tras otro cortando la vía. La pobreza más desesperante esta en sus márgenes. Un niño pequeño, como el de la boletería, quema unos desechos casi al borde del terraplen. En aquella casilla, el muchacho agita su beba para que salude al tren. Mucha vida que no retrocede y pide algún futuro digno.
El tren se detiene en una estación, estoy tan obnubilado por las imágenes pasadas que no me interesa ver como se llama. Bajan y suben, mucha gente humilde con varios chicos pueblan el vagón. Parece que no tiene señal de paso, la gente se impacienta. Afuera , en una plaza lindante, un pastor se hace oir muy lejos con su parlante a todo volumen "... hoy ha llegado la salvación a esta casa.." Lee unas estrofas, Saqueo se sube al árbol para ver a Jesus en Jerico, y este le dice que baje. Arrancamos, se pierden algunos relatos posibles, se anuncian otros. Los pasillos del tren son un gran mercado: aspirinas, garrapiñadas, encendedores, la señora que ofrece sanguches de milanesa y patty. Un vendedor de chipa que lleva la canasta sobre su cabeza y no golpea a nadie en el camino, me maravilla su equilibrio. Ahora entra un vendedor experimentado: ofrece una lapicera "bonita, con marca y calidad. Italiana de Roma... con clip sujetador elegante y dorado. Trazo 0.7, el más buscado. Medio giro para cerrar o escribir, se siente placer de escribir con esta lapicera. tanque fácil de conseguir, modelo tal... y todo esto por uuun pesoooo¡ , oyo bien señora: uun peesooo. Le compro, quiero que me engañen una vez más, nunca compre nada que sirva para escribir en los trenes.
Casi me paso de estación.... y bajo con el tren arrancando con pereza. Este es el pueblo y tengo que ir hasta la plaza principal, camino mirando mis zapatos gastados, las puntas descosidas, me doy cuenta que hoy camino con emociones y recuerdos muy mezclados. Siento que muchas cosas pugnan por salir en este andar. Hoy hay aquí un evento por la llegada de la primavera, más tarde musica, ahora feria artesanal y una exposición de instalaciones de la escuela municipal de arte. Empiezo a circular, veo muchas imagenes comunes, algunas con algo de ingenio: una tabla suspendida del pino, con cuchillos de diente clavados, su perimetro esta alambrado con púas, un título: el dolor. Mensajes en los objetos e imágenes, todo un tema que me conmueve desde antes. Me llaman la atención las huellas recortadas en papel de diario, clavadas en el pasto, me obligan a seguirlas por toda la plaza y sus objetos, vuelvo a mirar mis zapatos rotos con cierta inquietud, no alcanzo a comprender por que estoy ahí, a un par de cuadras de mi lugar físico de trabajo, siguiendo huellas de papel en el pasto, y además.... mirando con extrañeza a mis propios zapatos gastados, esos que me acompañan hace más de una decada.
Me siento a mirar la copa de los arboles, el cielo se ve manchado por las pequeñas hojas que brotan de primavera. Me doy cuenta del paso feroz de las estaciones, un abrir y cerrar de ojos, y pase de escribir despues de escuchar el crujir de las hojas secas, a la quietud de esos platanos renacidos, en un pueblo desconocido. El sol estaba velado por nubes tenues, pienso en esas aberturas breves de la conciencia, esos momentos de lucidez que abren y cierran cosas en la velocidad del rayo. Trate de asociar una vez más, el viaje en tren, el nombre de la estación, la impresión de ver mis pasos con esos, mis zapatos rotos para todo terreno. Que me decian?, por que estaba allí detenido, casi fuera de las coordenadas de tiempo y tarea objetiva a cumplir. Segui las huellas de papel en el pasto, terminaban en un frondoso pino, tan alto que ocultaba la cupula de la iglesia al otro lado de la plaza. Debajo habia un cuerpo, sentado, un sombrero de ala ancha tapando cualquier inquietud por el rostro. Un portaretrato con foto de familia en las manos, era un muñeco, quizá relleno de pedazos de telas, o rezagos de cualquier material. Representaba a un desaparecido, uno por muchos era la idea.
Volví a pensar, el porque de mi mirada insistente a mis zapatos, el nombre de la estación....
hasta que, logre atrapar la imagen, el lugar, la persona. Estaba en el pueblo del tano, el responsable que guiaba al grupo de pibes de escuela secundaria. Era el año 1975. Es esa imagen de sus zapatos gastados, bajando del tren que lo traía de su pueblo. El tano venía de trabajar en la fábrica, cansado, con su único par de zapatos conocido, descosidos como los mios actuales. Me acorde de muchas cosas en pocos segundos. La desesperación del gnomo -que había salido entero del chupadero- por ubicar a los padres italianos del tanito y decirles que él seguía adentro. Recuerdo como si fuera ahora, cuando me conto que caminaba a ciegas preguntando por una familia sin tener datos, ni siquiera el nombre real del tano.
No los encontro. Volví a mirar el muñeco sin nombre, ese homenaje genérico. Sentí, que estaba en los zapatos del tanito. Y que hoy, en ese, su pueblo. Sólo podía quedarme para escribir unas líneas.

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