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EL PODER ES UNA ENFERMEDAD...

1. ¿A quién le interesa la verdad?


Algo paso. Algo que me trajo a este presente una frase que muchos años atrás le escuche decir desde la radio a Carlos Rodari. “En Argentina, el poder es una enfermedad” me quedo grabada su voz de indignación, casi la misma que quisiera tener en este texto sin sonido.
Paso algo en la vida de una persona cercana a mi vida.


Una mujer que trabaja hace 19 años en su actividad.
Hace dos meses le ofrecieron participar en una lista opositora a la conducción oficial de su gremio.
La conducción actual lleva muchos años allí, 15, 18, 20, no importa en realidad el número justo.

Resulta que la mujer es escritora.
Uno que la conoce y la lee, sabe que tiene un talento natural para la escritura.
La publican en distintos medios, y lugares geográficamente distantes.
Esta vez la publicaron en el principal diario de su ciudad.
Y faltan pocos días para las elecciones en su gremio.
Alguien de la conducción de su gremio lee –quizá casualmente- el suplemento del diario, el nombre y apellido de la autora, el tema: situación de los inundados que llegan a un refugio improvisado en una escuela.
Entre los recien llegados esta la señora que trabaja limpiando en su casa. La señora se refugia con dos hijas y un nieto de 3 o 4 años. Al segundo día llega y cuenta lo que vivió.
La mujer escucha junto a su madre el relato.
Escucha y escribe. Escribe una entre varias crónicas.
Mientras tanto a la señora que trabaja en su casa y que es casi de la familia le ofrecen una casita en el fondo de su propia casa. La casita esta sin terminar pero puede ser un hogar de emergencia solo para ellos y mejora la situación que vivieron en esos primeros dos días en el centro de evacuados.

Ella siguió escribiendo.

De allí en adelante los hechos se desarrollaron como en una pesadilla, pero bien real y diurna.
Los señores atornillados a sus escritorios, sus cargos, sus previsibles negociados, comenzaron a hacer campaña eligiendo a la mujer –sin ninguna trayectoria en militancia política y gremial, con una impecable historia laboral-, como “eje de campaña”, si así puede decirse.

Un día la mujer se encuentra en su trabajo con volantes anónimos que la acusan de hacerse pasar por inundada para atacar a una institución o una barbaridad similar.
Le avisan que una declaración del gremio aun más agraviante, fue enviado por correo electrónico a todos establecimientos de la provincia donde trabajan colegas afiliados o no.
Se entera como al pasar, que el secretario del gremio llama una y otra vez al diario, hasta logra que lo atiendan los dueños. Se enoja, se queja, las palabras justan se pierden, pero el hecho se cuenta en corrillos.
Aparece publicada una carta de lectores de quienes se dan por ofendidos en base al contenido de esos panfletos anónimos.
Y también recibe en su domicilio una carta documento de la institución que funcionó como centro de evacuados en la que le piden que se retracte de vaya a saber que cosa.

De testigo conmovido que escribe.
De actor social que ofrece lugar en su casa, ropa y abrigo a una familia inundada.
Ella pasa a ser víctima de una infamia que nadie puede medir hoy en sus consecuencias.

Y estoy escribiendo con una indignación, con una rabia feroz.


Salgo a tomar un poco de fresco y me encuentro en la calle con un antiguo compañero de escuela. Hablamos de cada cual, del país, de pronto me escucho decirle: todo funciona con reglas que marginan a la buena gente de participar, que alejan a los honestos de tomar los problemas sociales en sus manos e intentar algo que se parezca a una solución. Y se que estoy pensando en esto.

Y uno que conoce un poco como son las cosas en este país, y la perspectiva con la que se suelen medir las cosas sabe que esto puede ser pensado como algo menor al lado de las barbaridades que ocurren.
Sabe también que estos canallas que se llaman a si mismos "dirigentes" ganaran previsiblemente “su” elección y preservaran su lugar de poder dando un nuevo ejemplo que confirme la “Ley de hierro de la oligarquía” enunciada hace casi un siglo por Robert Michels.

Imagino ahora a la mujer, y me parece verla preguntarse –casi en lágrimas- si a alguien le interesa la verdad.
A mi me interesa. Aunque no alcance para reparar tanto maltrato.


2.Candelas

Y es casi la noche cuando caminamos con mi compañera de la mano por la ciudad. Hemos sacado algunas fotos de gárgolas y fachadas antiguas. Vemos una luna creciente en una arcada alta de un edificio religioso que comunica al cielo como visión última.
A media cuadra nos encontramos con la plaza casi como un tropiezo, esta es la plaza adonde miran los edificios mas importantes de la esta provincia. El poder ejecutivo y judicial tienen sus casas diurnas allí.
En la plaza hay un pequeño grupo de personas reunido casi en círculo.
Nos acercamos con curiosidad. Hay un hombre de alrededor de 50 años alto y encanecido que lee con voz pausada y serena unas palabras, una periodista le acerca el micrófono y hay un camarógrafo con su equipo que se afirma en tres patas metálicas sobre las baldosas.
Varias personas llevan candelas caseritas en sus manos.
Puedo ver a dos ancianas con bandanas blancas cubriendo sus pelos blancos y grises. Un niño que juega, va y viene a la mano de una joven madre de vestido rojo. Luego habla una mujer, solo recuerdo la frase "nosotros sabemos la verdad".
Mientras seguimos nuestro camino, pienso en esa lucidez sin remedio que tienen las víctimas.
En ese duelo a cielo abierto que necesitan realizar cíclicamente mientras haya quien pueda contar los hechos y relatar lo trágico que el poder elude. Para el cual las heridas solo se sueldan con impunidad y olvido. Según parece, para el dolor que echó raíces nunca hay auspiciantes. Esos estan siempre en otro lado.
¿Adonde estan las miles de víctimas de lo que pasó? parece decirme ella con su mirada.
No importa digo. Nada del mundo les quita entidad a quienes no se rinden y salen a la calle para recordar a sus muertos y pedir por una improbable justicia.


TEXTOS DEL AÑO 2007.

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