
*Imagen de "Metrópolis" de Fritz Lang
Crónicas Marcianas*
Ella Desnuda. Apoya su espalda contra el respaldo de la cama. Abre sus piernas.
Deja sus piernas dobladas y las rodillas quedan como una cima curva y perfecta. Un haz de luz que se filtra de los postigos entornados les da un aspecto irreal, son la superficie de un planeta mágico.
Ella Desnuda. Con sus piernas abiertas y el sexo expuesto, trémulo, recibe al hombre.
El hombre apoya su espalda en los pechos de ella. De forma tal que los pezones se sientan claramente a la altura de sus pulmones.
Ella lo contiene en sillón de mullida ternura humana. Con sabor a piel. En un aire pleno de aromas a hembra y fresias.
Ella abre un libro, recorre en silencio las páginas.
Cada vuelta de hoja genera una brisa o un huracán en la piel de sus mejillas.
El se concentra en la respiración. Los pulmones son una caja perfecta de resonancia. Siente al latido del corazón de ella como doble latido del propio corazón.
Ella comienza a leer. Su voz se eleva en catedrales.
El hombre cierra los ojos. No esta del todo allí.
Hay una niña que canta en latín. Cuando su voz vuela, se despega del coro y los fieles se giran, dejan de ver hacia el pulpito y buscan el origen a ese desgarro del aire que llega a los oídos.
Afuera, probablemente esta nevando, el reloj de la iglesia esta congelado como en una postal sepia a las 10 y 5 minutos de una mañana de domingo. Los tejados rojos cubiertos en algodones de nieve. El río D'Orba hace espuma al chocar contra los pilotes del puente de hierro y madera, y más allá el horizonte se eleva como en una visión de piernas que culminan en cimas nevadas de luz matinal.
Ella lee Crónicas Marcianas. En su voz que eleva en catedrales hay un eco de la voz dormida en el texto.
El hombre, que hace un momento pudo oír a través de ella al canto de su abuela.
Ahora, abre los ojos y puede ver algo del cielo, también piel, al alcance de sus manos.
*de Eduardo F. Coiro
Comentarios