Programa de la tarde. Rubro: "Crónicas del espectáculo y anexos".
El actor entrevistado se llama Luis y ha sido sorprendido por la pregunta.
Su rostro ha quedado congelado y los segundos de la cámara en su rostro parecen siglos.
Una de las chicas entrevistadoras -de aquellas que nunca dejan de sonreir- agrega para dar tiempo al hombre sorprendido e incómodo por la pregunta: ¡Es un fenómeno que ven 2 millones y medio de personas!
La respuesta cayo como un vaso de agua en el rostro, borrandole por instantes esa sonrisa perenne de conductora típica de programa de T.V. no conflictivo, pasatista.
"Hay que estar muy mal para ver eso" respondió el hombre, un actor de mediana edad, que en realidad estaba dispuesto a hablar de la obra de teatro que protagoniza y de la relación con Rosario su ciudad natal. "Gran hermano midió 27 puntos de rating" empezó a decir la otra entrevistadora también
sonriente, sin dar tiempo casi a escuchar algún silencio inapropiado para esa hora de la tarde tan cuidadosa de la actividad neuronal de la gente.
No pude resistir. Esa noche participe por un rato de la colonia de seres que se quedan ahí, iluminados por el resplandor de rayos catódicos y qué son medidos con el criterio de 1 punto de rating en ciudad de Buenos Aires y G.B.A igual a 100.524 individuos.
El presentador del Gran Hermano levanta los brazos y grita, casi poseido: "lo que ustedes van a ver hoy no ocurrió nunca en la televisión Argentina".
Tiene algo de la habilidad de los buenos vendedores que pregonan en los vagones del ferrocarril Roca -asocio sin de dejar de dudar de la calidad de las mercancías que merecen un llamado de atención tan teatral y sobreactuado.
El, un tal Rial, les pide que dentro de un rato bailen: "para que sus familias los vean contentos"
No dure demasiado como partícipe del rating.
Ser expuesto uno -como parte de esa colonia de anónimos mirantes- a tan ostensible y renovada manipulación me llenó de pena y hasta de asco.
Tenía razón Luis.
Hay que estar muy mal. Muy vacío. Muy lleno de lugares imposibles de mirar en uno para dejar un rato de vida en esa nada.
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